Leo en la novela autobiográfica de Josef Ortheil, „Inventando la vida“ („Die Erfindung des Lebens“) que la primera vez que habló tendría unos siete años.
Además, durante estos primeros años no se separó nunca de su madre. Ésta, a consecuencia de una experiencia traumática -de la que uno se entera hacia la mitad de la novela-, tampoco hablaba.
A excepción de un desagradable episodio que tiene lugar al comenzar el colegio, el entorno es tolerante con la extraña y taciturna pareja. Todos parecen conocer la causa del mutismo de la madre, excepto el niño, y desde el principio se intuye que éste, aún sin ser consciente de ello, calla por solidaridad.
Especialmente conmovedora encuentro, en está novela, la figura del padre, aparentemente en un segundo plano.
Supongo que mas de uno (padre) se habrá sentido, sobre todo durante los primeros meses/años de vida de su hijo, algo fuera de lugar al observar la estrecha relación entre la madre y el bebe. Puede que se haya preguntado en algún momento cuál es exactamente su papel. Quizás haya tenido esta sensación ya en el paritorio.
En sus orígenes, las teorías psicoanalíticas postulaban que esta relación simbiótica entre madre e hijo era lo normal y deseable. Actualmente cursa una visión más „democrática“, una visión que atribuye la misma importancia a ambos cónyuges y que contempla el trio padre-madre-hijo como la constelación natural desde los primeros momentos. Claro que tener la misma importancia no significa tener que compartir funciones al 50%.
Una de las funciones más importantes del padre durante los primeros años consiste básicamente en estar ahí, en asumir su papel, aparentemente secundario, pero no por ello menos importante, en ir ofreciendo al niño la posibilidad de entrar en contacto con otro mundo (el paterno), ofrecerle otro punto de vista, otra realidad alternativa a la materna.
La influencia que esta tarea tiene sobre el largo proceso de individuación (que en el caso ideal culminará en la adolescencia/primera juventud, con la capacidad del individuo de separarse de sus padres, sin sentimientos de culpa, y formar un hogar propio) está subestimada.
En psicoanálisis se ha llamado a este proceso triangulación temprana y cobra una importancia especial en el caso de que la madre, por cualquier motivo (en el caso de Ortheil una experiencia traumática), se vea dificultada a la hora de reconocer tanto las necesidades emocionales como los impulsos de independencia que ya los bebes muestran y que van aumentando con la edad.
Volviendo a la novela, Ortheil habla siempre con admiración de su padre y describe como una de sus mejores experiencias el momento en el que éste decide que al niño le vendría bien una estancia en el campo, sin su madre. Creo recordar que es durante estas vacaciones cuando el autor, liberado momentaneamente de la presencia de la madre, comienza a hablar.
En teoría sistémica se utiliza el concepto "triangulación" para hacer referencia a la delegación de un conflicto existente entre dos personas (casi siempre los padres) en un tercero (el hijo). Esta delegación puede ir acompañada de la interpelación (en la mayoría de los casos no totalmente consciente) a solucionarlo, lo cual constituye una enorme carga en la vida del niño, además de un obstáculo para su desarrollo. Lease Hamlet.
No tengo la intención de sacar del baul de los recuerdos el concepto de „madre patológica“ que atribuía la responsabilidad de las enfermedades psíquicas a las madres. Este concepto está hoy obsoleto por ser extremadamente simplista e ignorar el resto del entorno social y familiar.
Por supuesto que los padres tienen la máxima influencia (por ser las personas de las que el niño depende para su supervivencia durante sus primeros años de vida) en la salud psíquica de sus hijos, pero las raices de los conflictos familiares se extienden sobre generaciones y generaciones y no debería ser la función de un terapeuta el encontrar a los culpables.
Lo mejor que podemos ofrecer a un niño es un entorno social y familiar que tenga la capacidad de compensar los déficits que los padres puedan tener.
Los seres humanos son curiosos, y en ocasiones ocurre que aquello que en nuestra infancia era un déficit, acaba convirtiéndose en nuestra mejor arma, como en el caso de Ortheil, que hoy en día es un virtuoso de la lengua. Quién sabe cómo le hubiese ido de no haber tenido ese padre tan empático.
Fuente: Georgia Ribes
Escribir comentario