Con su nueva película, "Blue Jasmine", Woody Allen vuelve a lo que mejor se le ha dado siempre, la tragicomedia humana.
Personalmente prefiero sus películas de antaño al estilo de Manhattan, Anni Hall, Septiembre o Interiores. Mostraban al hombre inserto en sus contradicciones vitales, intentando entenderse a sí mísmo.
Después de tantas películas y tantos años de psicoanálisis Woody Allen debió de resolver el enigma, pues llegó un momento en el que algo cambió sustancialmente en su obra.
No fue el género, lo que abandonó. El cambió fue más sutil.
Era la atmósfera, la luz lo que ahora era distinto.
Supongo que llegó un momento en el que Allen se hartó de tanta profundidad y decidió filmar la parte "bonita" de la vida. Pero como uno no puede escapar de su piel durante mucho tiempo, Allen siempre vuelve a las neurosis. Y bajo esta nueva luz, la mirada de Allen se me aparece más implacable.
Esto es la vida...parece querer decir.
En Blue Jasmine asistimos, no sin Schadenfreude (Schadenfreude: en alemán, alegrarse de las desgracias ajenas. Palabra muy útil, por cierto) al debacle psíquico de la pija de las hermanas. Jasmine poco a poco, se vuelve loca. (Que me perdonen los amigos de la political correctness me gusta la palabra locura, tiene la frescura de lo directo).
No es dificil ponerse en el lugar de Jasmine e imaginarse uno hablando solo por las calles, quizás intentando resolver algún enigma del pasado, sin cuya llave, la estancia en el presente no es posible.
Hay una teoría sobre la depresión que dice que las personas deprimidas no tienen miedos irracionales, como suelen afirmar los psiquiatras. No es el miedo lo irracional. Los irracionales somos nosotros, los del otro lado, los sanos, que somos capaces no sólo de ignorar selectivamente sino incluso de negar todos los peligros reales a los que estamos expuestos a diario.
Incluso al último, al más racional de todos, el miedo a la muerte, pretendemos esquivar.
Y es necesario que así sea, pues es muy difícil vivir siendo conscientes de todo ese mal que acecha. (Como la tía de Proust, uno acabaría encerrado en su habitación sin moverse de la cama, creyendose erroneamente a salvo.)
Pero por suerte la mente tiene una capacidad natural para desviar la mirada de los peligros y volver a la ingenuidad cotidiana.
Esta capacidad no es sólida, sino frágil, y sus cimientos se adquieren -o no- en una época temprana de la vida. Si no se adquiere, tenemos muchas posibilidades de volvernos locos.
Un célebre psiquiatra afirmaba que es en nuestros primeros tres años de vida cuando se decide si vamos a ser vulnerables a la locura (la psicosis, el delirio, pues a su prima, la depresión, sucumbiremos casi inevitablemente en algún momento de nuestras vidas).
Como siempre, cuando se trata del ser humano, esta regla no es matemática, aunque desde el punto de vista del desarrollo cerebral es muy lógica.
Es durante estos primeros años de vida cuando el cerebro se esta formando, mielinizando y organizando. Las sinapsis -conexiones- válidas subsisten, las que no lo son desaparecen. Los sistemas de neurotransmisores -responsables de nuestra respuesta al estrés en el futuro- se están formando.
Alrededor del quinto año de vida el tamano del cerebro no aumenta significativamente.
Y a la vez, durante estos años, estamos expuestos a un medio que no siempre satisface ni comprende nuestras necesidades naturales -al menos no tan bien como el vientre materno.
Nuestra mayor ventaja, la capacidad de adaptación, es tambien la que nos hace más vulnerables.
Aquel que tiene la capacidad de aprender tambien puede equivocarse.
Teniendo en cuenta esto es fácil entender porque los traumas infantiles son tan persisitentes.
Pobre Jasmine!, al final no le queda otro remedio que abandonar el presente y lanzarse a la búsqueda del error.
Aunque pensándolo bien, lo único que le falta a Jasmine, para no ser tomada por loca es un interlocutor.
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Ataulfo Chango (lunes, 18 noviembre 2013 14:46)
Un truco para cuando te pillan hablando solo: hacer como que estas cantando una cancion en voz alta!!!
m (martes, 19 noviembre 2013 09:09)
Georgia, me ha gustado mucho la entrada. Tendré que ver la película. Muy de acuerdo con la teoría de que durante la depresión eres totalmente consciente de las desgracias que acechan y eso es lo que no te deja vivir. Yo siempre decía que lo bueno ya lo había experimentado todo y que sin embargo veía infinitas calamidades que padecer.
Ataulfo Chango (jueves, 21 noviembre 2013 11:23)
estoy de acuerdo con manolo.