Inerte pero fiable

Paseando por la planta de adultos del hospital de epilepsias en el que trabajo me llama la atención un fenómeno curioso: abundan los peluches como animales de compañia, peluches desgastados por el uso, como los de esos niños pequeños que no los sueltan ni para lavarlos.

 

Personas adultas aferradas a muñecos de trapo.

 

La teoria del apego hace referencia al grado de seguridad y confianza que el adulto (la madre a la cabeza) es capaz de darle a su hijo mediante su relación con él. Este grado de seguridad y confianza -la confianza básica- será la que el niño proyecte en la gente con la que se vaya encontrando el resto de su vida.

 

Se han definido cuatro tipos de apego:

  • Seguro
  • Inseguro
  • ambivalente
  • desorganizado

El apego seguro proporciona al niño la confianza básica necesaria para moverse por el mundo libremente y tener la sensación de que es éste un lugar bueno, en el que puede valer la pena vivir e inter-actuar.

 

El apego desorganizado es resultado de la interacción con una madre cuyo comportamiento no es predecible; tan pronto  idolatra como desprecia a su hijo, está a su disposición, como se retira...Este tipo de apego esta estrechamente relacionado con la psicopatología en la edad adulta.

 

Decía Winnicott que el bebe no existe. Esta afirmación, intencionadamente provocativa, puede sonar absurda si no se contextualiza. El bebe existe y viene dotado de necesidades e instintos para su satisfacción.  Lo que no existe es la personalidad del bebe. La personalidad se forma en interacción con el ambiente, con los padres; la madre como bastión principal.

 


El otro día escuche en la radio que la utilización, en asilos japoneses, de Robots como cuidadores estaba dando buenos resultados. Más allá de que uno pueda preguntarse qué quiere decir exactamente buenos resultados, la noticia sorprende aunque quizás solo a primera vista.

 

Hace unos años Joseph Weizenbaum creó un -al parecer sencillo- programa de ordenador que era capaz de llevar una conversación y hacer creer a un interlocutor naiv (es decir, cuya intención no fuese el desenmascaramiento del programa) que se trataba de una persona. Fué tal el éxito del programa que se comenzó a utilizar incluso en las entrevistas psiquiátricas (!!!) y cuando se intentó retirar de la circulación la gente protesto.

 

Al que le soprenda que eche un vistazo a la calle, al metro o que vea la pelicua "Her" de Spike Jonze.

 

 

Además de los robots y los programas informáticos hay otro popular sustituto del ser humano; las muñecas de silicona. Los reportajes que tratan este aspecto tienden a ser grotesco, pero hay un cortometraje reciente en el que una persona aparentemente normal nos explica su relación con una de estas muñecas con una coherencia y autenticidad tal, que debería hacernos dudar de la locura individual de este comportamiento.  Y es que ¿qué pasa, en nuestra sociedad, para que tenga que pasar esto?

 

-La relación con la muñeca, es la más autentica que he tenido nunca. Todas mis relaciones con mujeres no habian sido más que proyecciones -nos dice este hombre- al menos con ella se a que atenerme. No hay sorpresas, pero tampoco disgustos.

 

¿Apego seguro?

 

Lo dicho, no deberíamos patologizar a estas personas, más bien deberiamos preguntarnos, hasta que punto no nos está pasando un poco lo mismo a todos. ¿No estamos todos pendientes de los amigos imaginarios del Faceboock, de sus me gustas interesados? y que repercusiones tiene esto en nuestra forma de relacionarnos. ¿No estamos más pendientes del móvil que de cualquier otrra cosa, incluidos nuestros hijos? ¿No estamos perdiendo poco a poco la paciencia para relacionarnos con seres de carne y hueso, al ser incapaces de lidiar con los aspectos que no nos cuadran de ellos, las más impredecibles, esas que los hacen tan humanos?

 

 

Los robots, la muñeca, el ordenador, el peluche, el faceeboock: todos ellos tienes algo en común: no nos contradicen y son fiables. Más no nos dan, el resto ya nos encargamos de proyectarlo nosotros.

 

Y quién sabe, quizás pronto a alguien, en algún laboratorio, se le ocurrira la brillante idea de crear robots para cuidar bebes.

 

A un simpático y precavido informatico se le ocurrio formular una especie de código moral para los robots:

Las leyes de Asimov, helas aquí:

  1. Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
  2. Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la Primera Ley.
  3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.

Me pregunto quién velará por estas leyes cuando nuestras madres sean uno de ellos.

 


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