Existe una presión social, de la que nos hacemos conscientes, como tarde, al llegar a la adolescencia; la presión por ser normal.
El que no es normal puede ser adorado o rechazado, en todo caso atrae la atención.
Y si durante la infancia lo más importante para nosotros es ser queridos y aceptados por nuestros padres, en la adolescencia el punto de referencia, dejan de ser los padres y pasa a ser el grupo de iguales.
Este deseo de integrarnos en la sociedad guia nuestro comportamiento pero es una meta de doble filo pues está en contradicción con otra, también existencial, que es la de manifestarnos, la de ser fieles a nuestra individualidad.
Todos querriamos ser aceptados sin tener que renunciar a nuestros ideales, sin vender nuestro yo.
Aunque puede que al llegar a la adolescencia la mayoria de las cartas están echadas ya. Quizás ya hayamos tenido que traicionarnos hace tiempo para subsistir en casa.
En este caso careceremos de un yo autentico, tendremos lo que se llama un falso yo. Poseer un falso yo significa carecer de una estructura de personalidad sólida así como de un sentimiento estable y permanente de si mismo. Tener necesidad constante de referencia externa, lo cual provocará un sentimiento de inestabilidad permanente y una dependencia acusada de los demás.
Y si hemos perdido nuestra individualidad, subordinando nuestros deseos e intereses a los de los adultos puede que tampoco nos cueste encontrar un hueco en el grupo al no sentir el conflicto de la individuación.
Por otra parte la presión del grupo es real y muy potente y traicionarse, o sea, ceder a esta presión, siempre es la solución más fácil, sobre todo si es lo que hemos hecho siempre.
Ese es el conflicto que está en el centro de muchos trastornos psiquicos crónicos; nos hemos perdido a costa de ser normales, de integrarnos.
Pero ¿qué es ser normal?
Ser normal es una quimera compartida. No existe ninguna definición. Lo normal está siempre en movimiento, es la moda.
Por ejemplo: ser guapo, tener muchos amigos y muchas relaciones sociales.
El que se sale de la norma se expone a ser castigado duramente, en la familia, en el grupo de iguales y en la sociedad. Ser normal es conseguir esconder nuestras locuras particulares.
Locos, raros o enfermos son los que sucumben aparentemente a la presión pero se rebelan a través de vistosos síntomas.
Tambien están los díscolos; saben que son ellos los que están en lo cierto pero como no han conseguido convencer a nadie, eligen el exilio; la vieja de Celine (Viaje al fin de la noche) convencida (y seguramente no sin motivo) de que el infiernos son los otros se encierra en su casa para evitar cualquier contacto con el exterior.
O los poderosos que a falta de estabilidad interna necesitan controlar a los demás para sentirse vivos.
Y por ende ese grupo tan numeroso, los normales; hace tiempo que sucumbieron a la presión del grupo, van dejandose llevar por la corriente de las modas, aparentando que viven y juzgando a los valientes.
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ramón (sábado, 06 septiembre 2014 21:01)
En los dos últimos escritos que acabo de leer, encuentro interesantes observaciones sobre la normalidad y el tema de las mascotas, que además de compartir, incrementan mi curiosidad sobre comportamientos humanos. Como últimamente estoy leyendo vidas de científicos, el tema de la normalidad se me desdibuja.