Imaginemos un futuro no tán lejano: la tecnología médica ha avanzado tanto que es capaz de detectar en nuestro cerebro cualquier alteración y relacionarla con una perturbación psíquica.
La depresión se la localiza en el lóbulo temporal, la esquizofrenia se debe a una mala conexión entre el lóbulo temporal y el frontal, el deficit de atención se produce a consecuencia de un retraso en la maduración del lóbulo prefrontal.... y esto no acaba aquí; también la timidez está localizada, una amígdala demasiado grande nos traiciona en situaciones sociales.
Solo hay un pequeño problema: a pesar de los avances en el diagnóstico los remedios siguen siendo limitados.
Existen medicamentos pero son igual de inefectivos -a medio plazo- que los de antaño, eso si, tienes menos efectos indeseados, nos repetiran los médicos. Además, siempre nos quedará la cirugía -las voces críticas en este terreno callaron hace tiempo, como tambien lo hicieron en el caso de la cirugía estética.
Y aunque los cirujanos, siempre tán honestos y humildes, nos avisarán de que no pueden prometernos que salgamos convertidos en Einstein, por intentarlo que no quede!
Si con esto no tenemos bastante, unos aparatitos se habrán ido labrando un lugar en nuestra vida. Hoy nos preguntamos cómo narices viviamos sin ellos!
Se trata de unos chips que llevamos integrados al brazo y de los que nunca nos separamos (en un pasado no tan lejano ocurría de vez en cuando que las personas lo olvidaban en casa, como quien olvida las llaves. Por suerte ya nunca más tendremos que sentir esa inquietud, que invadía ese día a nuestros antepasados.
Y es que la sensación de desconexión del mundo era total.
Los de nueva generación se nos integran pocos minutos despues de nacer, aun antes de ser entregados a nuestra madre, ya que de esta forma ella puede controlar, desde un primer momento, nuestro nivel de bilirrubina, colesterol y, no menos importante, el estado de nuestras heces.)
Por las mañana estos aparatos, después de darnos los buenos días, nos informarán de cómo hemos dormido; al despertar tenemos una polisomnografía de la noche -así como gráficos y estadisticas de los últimos meses- a nuestra disposición, en la que podemos comprobar, mientras desayunamos, si hemos dormido bien, es decir, si hemos pasado por todas las fases del sueño, en el orden y duración correcta o nos hemos saltado alguna.
Ya no tendremos que sentir que estamos cansados, lo sabremos: un vistazo al EEG nos dará la clave.
Al salir de casa, el chip seguirá cumpliendo sus funciones; por ejemplo, nos avisará si aceleramos demasiado nuestro corazón al correr para alcanzar el metro, o de si el croisant que desayunamos tiene demasiadas calorias etc...
Tampoco tendremos que preocuparnos de llamar a alguién al salir del trabajo (los que tengan que salir, pues la mayoría podremos trabajar desde casa) para tomar una cerveza; el aparatito nos habrá seleccionado 10 personas interesantes para chatear, y si estamos demasiado cansados, el mismo se pondrá a chatear por nosotros, para que no perdamos amigos.
Se podría pensar que con todos estos avances tecnológicos, nos sobrará tiempo para dedicarnos a lo que más nos gusta. Pues no, para nuestra sorpresa, cual hombres grises, al llegar la noche, estamos tan cansados o más que nuestros ancestros y de vez en cuando nos preguntaremos sorprendidos:
¿Qué ha pasado con mi tiempo?
Pero esa no es la cuestión, la pregunta es:
¿Estamos seguros que ésto es futuro?
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jesus (jueves, 23 octubre 2014 22:36)
como argumento de película no está mal... la realidad? veremos... ^^.. bueno Adam y Tacha verán :D