Hay que sonreir y estar sano, aun a costa de la propia salud
"Historia de un idiota contada por él mismo". Félix de Azúa
Sin duda debe tratarse de un malentendido.
Lo único cierto es que aquel que se estira la piel de pronto parece más joven. Si, puede que tambien sea, a la vez, cierto que no ha rejuvenecido en realidad; aquellos que le conocen creen saber su edad. Y él mismo tambien la sabe.
¿Pero... sabe que no ha rejuvenecido?
Puede que este confundido.
El idiota de la novela de Azúa sobrevivió su infancia gracias a una sonrisa que años después, viéndola en fotos, se le antoja estupida. No, no era estupida, era una de las pocas armas que tenía: la sonrisa y la salud.
Sonreir y estar sano fueron las dos decisiones existenciales que tomó de niño, cuando tan poco margen tiene uno.
Estar sano le salvo de la enfermedad.
Sonreir no pudo salvarle de la tristeza. Pero tan idiota no era; él no había decidido ser feliz.
Un día -ya a salvo de la infancia- el idiota decide desprenderse de la sonrisa y dedicarse a investigar el amor y la vida.
Esta decisión, que tomo de adulto, me parece más heróica que aquellas, que más que decisiones fueron necesidades.
Ésta, la de desprenderse de la sonrisa, fué un acto de valentia.
Es difícil deshechar algo que promete ser el secreto de la felicidad.
Pero él -experto en sonreir- sabía que el método no era efectivo.
Servía, si, para pasar desapercibido, para integrarse en el mundo de los otros, pero no para ser feliz.
Cualquiera puede prolongar la infancia y seguir con la sonrisa puesta. Tal vez en las noches más oscuras se pregunte qué estará haciendo mal. Pero siempre podrá poner la radio.
Y es que no hay acto más heróico que el reencuentro con uno mismo.
Puede que a base de estirarse la piel uno se acabe diferenciando tanto de si mismo que llegue un momento en el que el reencuentro sea imposible. Quizás ahí nos sobrevenga la merte y nos salve de la cita. Quizás sea ese el objetivo, inconsciente, claro.
Así es que: Sonrie y se feliz, aun a costa de la vida
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