Supercoco ya sudaba -allá por los ochenta- para enseñarnos la diferencia.
Cerca y lejos, arriba y abajo...¿Por qué se esmeraría tanto en enseñarnos banalidades que todo el mundo sabemos?
Quizás porque intuía que son justamente esas banalidades las que explican los misterios más profundos de la naturaleza, en este caso humana.
Volkhard Knigge, director de la "Gedenkstätte Buchenwald" (antiguo campo de concentración nazi y hoy lugar conmemorativo, literalmente lugar para la reflexión), critica en una entrevista la intención de algunos pedagogos y padres alemanes de convertir la visita a un campo de concentración en asignatura obligatoria para los niños alemanes a partir de cierta edad.
Una tonteria- sentencia lapidario. El susto no enseña.
Es cierto, el susto asusta, y el asustado no reflexiona sino que reacciona.
Y los niños necesitan un mínimo de madurez para enfrentarse a esta asignatura: las atrocidades perpetradas por sus ancestros.
Socrates es considerado por algunos como el primer psicoterapeuta. Vanguardista como era, comprendió que para hacer reflexionar a alguien no hay mejor método que llevar el tema al terreno personal. De nada sirven los sermones, lo personal es lo que nos hace reflexionar. Lo que no nos toda, lo genérico, lo lejano queda archivado en forma de saber moral sin efecto práctico en la mayoría de las ocasiones.
Cuando algo nos toca personalmente o lo vemos cercano es más fácil que nos haga pensar.
Y es que un niño podría preguntarse, enfrentado a la realidad de las camaras de gas y la aniquilación en masa de judios (y otras comunidades) en la Alemania de mediados del siglo pasado, qué tiene que ver eso con él.
La pregunta no es banal -ni debería escandalizarnos- el niño tiene razón ¿qué culpa puede recaer sobre alguien nacido despues del año 2000 de algo sucedido 60 años antes?
Knigge no se queda en la crítica sino que hace una propuesta; relacionar Auswitz -y como se llegó ahí- con el mobbing en los colegios.
Tampoco ahora debería escandalizarnos la comparación: el mecanismo es el mismo y aunque el resultado, por suerte, no suele ser tan nefasto, es fácil imaginar la tortura que supone para un niño que sufre mobbing asistir al colegio cada día.
Además el mobbing no se da solo en el colegio, sino que lo encontramos en todas partes... en el trabajo, en el vecindario, en un partido político e incluso en casa. Esto tiene la ventaja de que no solo los niños puedan aprender de ello, sino tambien los adultos. Y es que el que más y el que menos lo conoce, el mobbing, bien sea por haberlo vivido en sus carnes, por haberselo inflingido a alguien o como observador pasivo. Quizás incluso haya alguien que pueda laurearse con la hazaña que supone haberse sublevado o haber defendido al débil, pero serán los menos. Como fueron los menos en la época nazi los que se pusieron de parte de las víctimas.
He ahí la diferencia entre cerca y lejos. Lejos está el nazismo y presionar a los niños para que se identifiquen con las víctimas, obligarles a sentir piedad u horror puede no surtir el efecto
deseado.
El nazismo esta lejos, el mobbing cerca. Esa es la diferencia. Ya lo decía supercoco.
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Ramón (miércoles, 06 mayo 2015 12:44)
Buena reflexión y redacción. Sería interesante reflexionar también sobre los cuentos tradicionales que les cuentan a los niños en Alemania, y también en otros países. ¿Qué te parece Hansel un Gretel?