El cerebro es un órgano obsesionado por el ahorro de energía.
Consume mucha energía intentando encontrar y desarrollar patrones que pueda generalizar a cuantas más situaciones mejor. La finalidad es no tener que pararse a pensar en cada situación, lo cual es imprescindible para sobrevivir.
El cerebro consume mucha energía intentando ahorra energía.
Y visto lo visto el ser humano no aspira a otra cosa: dejar de pensar.
Equivocados, creemos ir en busca de la felicidad y que la felicidad consiste en tener tiempo libre. Pero tiempo...¿para qué?
Decía Zizek, el filosofo más cinéfilo, que cuando adquirió su primer video respiró tranquilo pensando que a partir de ese momento ya no iba a perderse ningún programa o película interesantes.
Para su sorpresa acabó ocurriendo justo lo contrario: la colección de grabaciones interesantes creció a un ritmo inversamente proporcional al número de peliculas vistas.
Llegó un momento en el que Zizek tomo conciencia de que ya nunca iba a haber tiempo material para ver todo el material interesante acumulado.
Lo que había adquirido con el video era la tranquilidad de la posibilidad -engañosa, pues no habría de cumplirse.
Lo mismo nos ocurrirá a todos nosotros cuando comprobemos que no hay tiempo para ver todas esas fotos y videos que acumulamos. Por desgracia sólo hay una vida, y el tiempo grabando se resta al vivido.
Y en este caso las matemáticas son exactas.
Robots que aspiran la casa, aplicaciones que resuelven todos nuestros problemas -antes de que aparezcan- humanoides que cuidan a nuestros ancianos...un humorista alemán apuntaba acertadamente que
al parecer la aspiración del hombre actual es una vida dedicada al vegetamiento asistido.
Lo que antaño fué pecado capital hoy se nos antoja promesa de la felicidad.
Y ya hemos cruzando la linea roja. En algunos hospitales psiquiátricos se ha comenzado a delegar la farragosa tarea de "diagnosticar" en los ordenadores. El médico introduce en el programa los
síntomas de paciente y el ordenador escupe unos cuantos diagnósticos posibles. Solo queda esperar que a los ordenadores se les de mejor diagnosticar que traducir, aunque no veo porqué habría de
ser así.
Ya no nos confomamos con delegar tareas mecanizadas. No nos basta con sustituir a las enfermeras o cuidadoras por robots, carentes de empatía -aunque, no seamos tan pesimistas!, también de mala leche.
Lo que ahora intentamos -aunque se resisten- es que ellas, las máquinas, piensen por nosotros.
Si seguimos así, decía el mismo humorista, llegará un día en el que a las personas no nos quedará más remedio que dedicarnos a las tareas que las máquinas no quieran hacer.
Queremos un sustituto del ser humano, que se ocupe de todo y nos deje a nosotros con más tiempo libre que Oblomov.
Pero este personaje literario -caricatura del burgues ruso de principios del siglo XIX- lejos de encarnar el ideal de la felicidad, lo que representaba era el aburrimiento y la superfluicidad institucionalizados.
Pero como dice un dicho polaco, "lo que tengas que hacer hoy hazlo mañana, así tienes un día libre". Aunque no sepas para qué, cabría añadir.
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