Hay un libro para niños en alemán, que todos los de mi generación -y sobre todo las generaciones anteriores- conocen. Se llama "Der Struwwelpeter", en español "Pedro el desgreñado".
Fue publicado hacia 1845 por un médico y psiquiatra alemán, Henrich Hoffman, y está compuesto por diversas historietas que narran el triste destino de unos niños traviesos -¿o enfermos?.
Empezando con uno al que un sastre le corta los pulgares por chuparselos, hasta acabar en la niña que muere chamuscada por jugar con fuego, pasando por el que se reía de un negro y fue castigado -por racista-, sumergiendole en un tintero negro, de forma que quedó aún más negro que el original (interesante moraleja).
Muchos años después, aparecería en la DDR otra versión de este libro, con más historietas y una tendencia todavía más acusada al escarnio y la burla.
En esta segunda versión se hace hincapié en la humillación y el rechazo de la sociedad -empezando por los padres- hacia los niños que se portan mal.
La forma de describir a los niños revela la poca empatía que el autor, y toda una generación, tenían con la infancia.
Así por ejemplo, de Martin el tozudo se dice que siempre se quejaba cuando ocurria algo que no le cuadraba, pero que en realidad no tenía motivos para ello: lo que ocurría es que era malo.
El autor pasa de calentarse la cabeza y corta por lo sano con la navaja de Ockham (tambien llamada principio de parsimonia que postula que en general en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta.)
Y es que, ¿para que buscar causas pudiendo decir simple y llanamente que Martín es malo?
Niño malo, madre buena.
La ilustración que acompaña la historia se encarga del resto dirigiendo tendenciosamente nuestra empatía al mostrarnos a Martín con cara de pocos amigos frente a una madre deshecha en lágrimas.
En otra historia se habla de Angelica la perezosa, a la que se dibuja con una obesidad morbida y cara de despreocupada felicidad. De ella se nos dice que era tan perezosa que solo caminaba para ir a la nevera. Después de describir con minuciosidad -y ensañamiento- su opulento menu, el autor la hace explotar. Ole ahí.
Imaginen -si pueden- como debía sentirse un niño gordo leyendo esta historia.
Mejor todavia y muy actual, es la historia de Frank loco por la tele: sus padres observan impotentes a su hijo, que se consume delante de la televisión, incapaces por algún motivo misterioso de apagarla.
Una amiga que creció en la DDR me comentaba que era común escuchar en boca de padres y profesores la siguiente frase: "a los niños hay que verlos, pero no oirlos".
Así que niños, educaros solos, y a ser posible, como decía Felix de Azúa, sonreir y estar sanos aun a costa de vuestra salud. Más os vale.
Hoy en día ya no se escriben este tipo de libros, ahora somos politicamente más correctos y sabemos que esta mal burlarse de los débiles.
Queremos más a nuestra descendecia y queremos que les vaya bien en la vida. Y cuando dan problemas preferimos llevarlos al médico, delegando en ellos la parte de la educación que no nos vemos capaces de afrontar y esperando que les dignostiquen algo y nos receten -en forma de píldora mágica- una solución.
Parafraseando a Lampedusa, se podría decir que para los niños todo a cambiado para poder seguir igual, y es que el poder nunca se caracterizó por su capacidad de autocrítica.
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Ramón (viernes, 21 agosto 2015 21:57)
También merecería una reflexión y puesta en práctica los cuentos para niños en los que se asocia la fealdad con la maldad, la nobleza (reyes y/o princesas) con la bondad y la venganza con la justicia (Hansel y Gretel). ¿Acaso no han habido príncipes malos, lobitos buenos, etc?
Ramón (viernes, 21 agosto 2015 22:09)
También merecería una reflexión, y actuación consecuente, con los cuentos (populares) para niños, en los que se asocia la belleza con hermosura con la nobleza, la nobleza con la bondad, el dinero con la felicidad, así como la fealdad con la maldad (Hansel y Gretel) y que hasta matar, quemar, etc. entra en las formas de tomarse la justicia por su mano. Habría mucho que revisar en los cuentos infantiles.