Joy, uno de los personajes de "Happines" (Todd Solondz), tiene un problema; por más que se esfuerza en ver siempre el lado positivo de las cosas, en perdonar los desplantes, en no ser rencorosa, en ser servicial y amable (etc) no consigue ser feliz.
¿Dónde fallo?- se pregunta ella misma mientras compone una canción tan ñoña como existencial.
Joy no entiende que a pesar de todos sus esfuerzos -que parecen sacados de un manual de autoayuda- la felicidad se empeñe en alejarse de ella.
Joy dice si a la vida y ésta se rie de ella.
Es amable con sus hermanas; la toman por tonta. Es amable con los hombres: la humillan.
Joy no sabe decir que no.
La sociedad no educa a decir que si; el si es social.
El no, sin embargo, es anti-social, en tanto en cuanto es personal, individual. Sin si no nos integramos, sin no no existimos como individuos. El si nos disuelve, nos tranquiliza. El no marca nuestros límites.
Encontrar el equilibro entre estos extremos es complicado de forma que la mayoria de la gente vive arropada en el sí, pagando el (alto) precio de una identidad propia.
El sí es recompensado, el no castigado. Cuando decimos sí nos unificamos, negando nos diferenciamos.
Nos perfilamos.
Cuando los niños empiezan a tomar conciencia de su individualidad, a percatarse de que no son una prologanción de sus madres, empiezan a encontrar placer en decir que no.
Hay una etapa en la que dicen que no a todo, para desesperación de sus padres empeñados en encontrar una lógica a estas negativas, sin entender que no hay nada más allá del no. Lo que nuestro hijo realmente quiere no es que su padre y sólo el le ponga la chaqueta verde, lo que realmente quiere es mandar. Decir que no a todo lo que no sean sus propias decisiones.
La adolescencia es la siguiente etapa del no. Los padres tememos la llegada de este momento. Sabemos que a muy tardar cuando esta llegue nuestros hijos dejarán de idealizarnos (con lo bonito que es que alguién te idealice).
Aunque por otro lado también sepamos que es necesario que lo hagan para que puedan elegir su camino, abandonando el que nosotros más o menos conscientemente habiamos planeado para ellos.
Pues ay de aquel niño al que no permitieron decir que no!. Ay de aquel joven que, poco después, no tuvo adolescencia!. Puede que durante un tiempo parezca normal, pero en algún momento comenzaremos a escuchar el pitido de su olla a presión. Y estallará sin piedad y sin que los padres podamos hacer nada por evitarlo.
No se puede decir siempre si.
Seguramente es lo que estuvo haciendo Bartleby, el escribiente, hasta que un día, exahusto y casi sin fuerza, dijo que no y ese no se convirtió, de pronto en lo más importante de su vida.
En más importante que su propia vida.
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yvonne ramona (viernes, 04 marzo 2016 21:40)
pues Sí...aixina és...o deuria dir que NO
Ramón (viernes, 04 marzo 2016 23:03)
¡¡¡Que nivelón de reflexión para Ramón!!! Mi "sino" continúa disfrutando de lo que voy encontrando. Matices entre los grises. Colores anteriores a los rojos y posteriores al violeta. Además, tener más sentimientos que sentidos me permite distinguir aquello por lo que vale la pena vivir.