María tiene un coeficiente intelectual de 87 (la normalidad empieza en 85). Hace dos años era de 97, es decir, ha bajado en 10 puntos.
Si sigue bajando la niña corre el peligro (aquí se considera una ayuda, y efectivamente, a corto plazo lo es) de recibir un programa educativo adaptado a sus capacidades.
Esta medida liberaría a María momentaneamente de la presión escolar pero a la vez estaría marcando su carrera académica; es prácticamente seguro que no irá a la universidad.
Nunca será, lo que aquí en Alemania llaman una Academica. La madre tampoco lo es y el padre brilla por su ausencia.
El sistema educativo alemán segrega a los alumnos en base a su rendimiento desde una edad muy temprana.
Los más listos -generalmente hijos de academicos- visitarán la universidad. Para los menos inteligentes (los que menos rindan en el colegio) existen un sinfin de planes hacia abajo, que les irán acotando las opciones profesionales. Al final de la pirámide apenas quedan opciones.
Este proceso de selección artificial comienza cuando los niños son demasiado pequeños para poder reflexionar sobre ello. El resultado es que a los que van mejor, aquellos a los que se recomienda una carrera académica, acabarán creyendo que son realmente más listos. Y lo mismo -y esto es lo fatal- ocurrirá con los menos exitosos; cargarán ya desde muy pequeños con un complejo de inferioridad intelectual. Se creeran menos inteligentes.
Mi trabajo con niños consiste, entre otras cosas, en evaluarles con tests de rendimiento psicológico. Poco a poco me he ido dando cuenta de que -con algunas excepciones- la mayoría de los problemas de aprendizaje (o atención) que tienen los niños en el colegio no son consecuencia de su menor inteligencia (ni de su código genético).
Existen otras variables con más peso, pero reconocerlas exige algo más de esfuerzo y de perspectiva por parte de los educadores.
Uno es el miedo. El miedo bloquea e impide el aprendizaje. La mayoria de los niños con problemas de aprendizaje tienen preocupaciones existenciales más importantes que aprender a restar o dividir. Y como seres inteligentes que son priorizan. Suelen venir de hogares con menos renta media, en los que los progenitores tampoco han estudiado (con lo cual las expectativas que tienen puestas en sus hijos son menores). En algunos hogares los problemas son mucho más graves (violencia, problemas psicológicos de los padres, alcoholismo etc...). María echa de menos a su padre y se pregunta constantemente, porqué no va a visitarla.
Al final la profecia se autocumple. Estos niños con preocupaciones especiales no van a estudiar.
Escapar a este sistema de selección no es imposible -como dicen los defensores- pero si extremadamente difícil. Pocos lo consiguen.
El otro día escuché la historia de una chica, que de pequeña fue considerada no suficientemente inteligente como para estudiar y una vez adulta, quería estudiar sobre todo para superar su complejo de inferioridad.
Esperando el metro veo el anuncio de una agencia de contactos conocida: "Elitepartnerschaft (parejas de élite): para académicos y singels con nivel" y no se si me parece más absurdo el comlejo de superioridad de los academicos o triste el de inferioridad de los que no lo son.
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. (miércoles, 16 marzo 2016 23:30)
Es increible, todo lo demostrado por la psicología social con respecto a la influencia del contexto, y en pleno s XXI, existen sistemas educativos tan sumamente deterministas...