A Dios no le gusta que el hombre mienta.
Y eso que Èl tiene la facultad de ver nuestro interior, es decir, a Él en realidad poco debería importarle. Se encuentra en la misma posición de ventaja que un padre ante su hijo de dos años, que todavía no posee esta capacidad, tan humana y tan necesaria para sobrevivir en sociedad.
A pesar de esto la mentira es castigada severamente por Dios, por nuestros padres y por todo representante del poder.
No mentiras en uno de los dogmas que hemos ido interiorizando y que guian nuestro comportamiento...aparentemente.
Pues por otra parte socializarse consiste exactamente en lo contrario; en aprender a mentir. Aprender a ocultar nuestros deseos y pensamientos. A agradar al otro. La cortesia, el protocolo, la educación, son formas de mentiras necesarias para sobrevivir en sociedad. Hay que aprender a encajar.
Cuanto mejor sepas mentir, mejor te irá (en sociedad).
Esa persona tan encantadora, que tan bien cae a todo el mundo.... Miente bien.
Por el contrario, los autistas, que no saben mentir, son unos inadaptados. Y cuanto peor mientan, peor les irá.
Sergi Pamis, el gran humorista catalán, analizaba en una tertulia radiofonica qué ocurriría si fuesemos siempre sinceros. En pocos días nos quedariamos sin amigos. Incluso los más intimos nos abandonarian. Y es que ni siquiera nosotros mismos somos capaces de soportar algunas verdades. Nos mentimos constante y despiadadamente.
De hecho, la mayoría de nosotros ni siquiera seríamos capaces de hacer este experimento pues nos faltaría valor para la sinceridad total. Temenos al castigo social como a ningún otro.
También la sociedad miente al individuo. De forma todavía más despiadada.
Nos mienten para evitar rebeliones, para que seamos conformistas, para inocularnos necesidades, para evitar que cuestionemos nuestras vidas, para manipular nuestro comportamiento o para evitar que lleguemos a conclusiones peligrosas. Estas mentiras benefician sólo a unos pocos - concretamente a los de siempre- y en este caso el valor nos falta para cuestionarlas.
También mienten los manuales de autoayuda. Dicen que tenemos que pensar en positivo. Y no nos advierten que pensar en positivo, cuando se está deprimido que es cuando haría falta, no es posible. Pensar en positivo cuando estamos tristes es como intentar no pensar cuando estamos en plena voragine de pensamientos obsesivos.
El resultado vendría a ser éste: "No pensar. No pensar. No pienses. No pienses en nada. Tranquilo, estoy tranquilo. No me pasa nada. Estoy tranquilo. Me quedo así quieto. Estoy esperando. No tengo que pensar. No me pasa nada. Estoy así tranquilo, el tiempo pasa y yo estoy tranquilo porque no pienso en nada. Es cuestión de aprender a no pensar en nada, de fijar la mirada en la pared, de hacer otro dibujo con el hierrecito del zapato, un dibujo cualquiera, no tiene que ser una muchacha, puedes hacer un dibujo distinto aunque siempre hayas dibujado mal. Tienes libertad para elejir el dibujo que tu quieras hacer, porque tu libertad sigue existiendo tambien ahora....."...y así hasta que álguien o algo nos saque de esa espiral que intentamos controlar.
Autoengañarnos en lugar de pensar. Pensar en positivo en lugar de mirar.
En Corea del sur hay un puente que se hizo famoso porque muchos coreanos iban a suicidarse desde allí.
El gobierno tomo medidas. La primera fue rebautizarlo; "Bridge of life". Ahora el que paseé por allí será bombardeado por luces de neón con frases positivas del tipo: "el mejor día de tu vida esta por llegar" y fotos de platos suculentos o de gente feliz.
Ya ni siquiera el suicida se libra del pensamiento positivo.
Supongo que la medida es efectiva. Al menos yo, si fuese suicida, me buscaría otro puente. Dejennos al menos morir en paz.
Tips de lectura:
La sociedad del cansancio, de Byun-Chul Han
Genesis, Robert Crumb
Tips cinematográficos:
They live, de John Carpenter
The pervert guide to ideology, de Slavoj Zizek
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Ramón (lunes, 09 mayo 2016 19:39)
Me gusta la reflexión y comparto el tema de interesarse por la funcionalidad adaptativa del mentir. También comparto que, el recurso al "no pensar", sea adaptativo en tiempos de vigília. Después de haber pasado una película oriental (por ser el que manejaba la máquina de cine) a los "superiores" que eran quienes me daban las instrucciones para las escenas a censurar, oí una observación interesante sobre las técnicas de relajación oriental encaminadas a poner la mente en blanco y el cuerpo en alguna posición concreta. Dijo: Estos orientales parece que propugnen una "sabiduría vegetal". ¿Será que la la "sabiduría animal" ha de tender más al movimiento que a la quietud?.