"Quién no esta ocupado naciendo, está ocupado muriendo" B.Dylan
La principal tarea del cerebro, el órgano encargado de coordinar nuestro comportamiento, es encontrar patrones que le permitan predecir el futuro. La meta inmediata es sobrevivir y evitar el dolor.
Esta búsqueda de patrones comienza ya en la infancia y continua durante el resto de la vida. Observando nuestro entorno, en especial a nuestros padres, intentamos encontrar fórmulas del tipo
"si A entonces B".
Estas fórmulas, y eso nos diferencia de los ordenadores, no son matemáticas, es decir, no son perfectamente contingentes; no siempre que se da A lo siguiente es B.
Pues más que fórmulas son hipótesis de trabajo y los humanos nos vemos obligados no solamente a desarrollar estos modelos sino además a aprender a tolerar esta falta de contingencia.
Y a ir adaptando y desarrollando nuestras hipotesis de trabajo a las diferentes situaciones de la vida.
Sin esta tolerancia al error, sin esta flexibilidad, nuestro comportamiento se volvería autista (el autista esta empeñado en aplicar rigidamente su fórmula que acaba fallando y frustrandole indefectiblemente. Su solución; evitar a los humanos -no predecibles- en la medida de lo posible y centrar su atención en las máquinas -predecibles).
Ejemplo. Un bebe. De diez veces que llora, porque tiene hambre, consigue que en ocho ocasiones la madre aparezca. Aprende que llorar (su conducta) tiene un efecto sobre el medio ambiente (su madre). Aunque a veces falle, vale la pena intentarlo.
Fórmula: Si lloro mi madre aparece.
Si por el contrario de las diez veces que llora, su madre solo aparece en tres ocasiones, entonces interiorizará lo siguiente: llorar (su conducta) no tiene efecto sobre el medio (la madre). O sea que tampoco tiene sentido seguir llorando. Se volverá un niño muy bueno (hacia afuera) y resignado o desesperado (interiormente)
Formula: Para qué llorar (pedir, opinar...) si no me hacen caso.
A esta actitud en psicología se le llama indefensión aprendida y está directamente relacionada con el autoconcepto y la autoestima.
Pero el error es necesario.
Si la fórmula funcionase matematicamente (como el empeño autista pretende) no habría ninguna necesidad de avanzar hacia ningún lado.
Seguiriamos llorando y nuestra madre seguiria amamantandonos plácidamente hasta la senectud.
Sin embargo llega un momento en que nuestra madre ya no viene sino que nos obliga a que, al menos, pongamos la mesa.
Gracias a este error de predicción aprendemos. Y nos desarrollamos.
Lo de buscar patrones es algo tan básico y automático para nuestro cerebro que nunca deja de hacerlo, ni siquiera cuando estamos dedicados a actividades relajantes, como por ejemplo escuchar música.
También en la música buscamos patrones y experimentamos satisfacción cuando acertamos en nuestras predicciones. Pero el nivel de disfrute depende de la relación entre lo que esperamos y lo que obtenemos. Si los patrones musicales son demasiado predecibles, la sensación de seguridad será tal que acabe aburriendonos. No nos estimulará. La formula está funcionando a la perfección.
Cuando A entonces B. No hay error.
Si por el contrario nuestas espectativas se ven frustradas, es decir, no solo no obtenemos lo que nuestro cerebro venía prediciendo, sino por el contrario algo totalmente distinto (o nada) nos quedaremos con una sensación de irritación, incomodidad y frustración.
La historia del arte y de la música (pero tambien de la política, la ciencia, la cocina y en general de la humanidad) está llena de este tipo de choques en los que un artista No ofrece a su cómodo público lo que este desea y lo frustra.
Cuando Stravinski presentó por primera vez su Sacre de Printemps a un público burgués y acomodado (como es siempre el público), la agitación en la sala fue tan extrema (abucheos, gritos) que, apenas podía oirse la música. Stravinsky se había pasado de la ralla.
Poco a poco y gracias a a persistencia del autor, el amor al riesgo de unos pocos y, sobre todo, al paso del tiempo, las masas se acostumbraron a su música y la aplaudieron. Ahora ya se sentían cómodos y tranquilos en ella.
Stravinsky tuvo la suerte de poder vivir su éxito. El ritmo de la humanidad suele ser tal, que lo bueno, lo novedoso, triunfa -si lo hace- post mortem.
Los que arriesgan estan condenados a ser los mártires de la historia, con raras excepciones, pues la humanidad tiende al autismo.
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