Las experiencias traumáticas más nefastas y que producen una mayor cantidad de síntomas, llegando a transformar (en el caso de los niños sería más acertado decir formar) nuestra personalidad y a convertirnos en personas desconfiadas y amargadas son los traumas provocados por el hombre.
Cuanto más cercana la relación entre agresor y víctima más negativos serán los efectos. Los traumas familiares, que además suelen suceder en una edad en la que la personalidad se está formando, son los que dejan una huella más profunda.
Cuando hemos sido decepcionados desde edades muy tempranas tendemos a descofiar de las personas.
No nos fiamos de ellas y con buen motivo; no hemos tenido buena experiencia.
Decepcionados de la humanidad contamos con un amplio abanico de reacciones posibles:
- seguir relacionandonos con humanos pero asumiendo siempre la culpa de todo lo que nos sucede convirtiendonos en depresivos crónicos
- encontrar una víctima a la que echarle la culpa (normalmente una pareja o un hijo), esto nos proporcionará un alivio momentaneo, eso si, a costa de traumatizar a otros
- también la paranoia es una solución; nos protegeremos estando alerta; cualquiera es un potencial enemigo
- sustituir nuestras relaciones emocionales con humanos por relaciones con animales o con la naturaleza, en quienes proyectaremos cualidades más nobles.
Pero atención, la ciencia ya tiene una solución más efectiva ante nuestra creciente desconfianza mutua:
Dejemos ya de intentarlo con los seres humanos y depositemos nuestra confianza en las máquinas; Hagase con el último modelo de ipod, iphone o lo que sea e instale cuantos más apps mejor.
Y es que, ignorando deliberadamente que detrás de un ordenador, un robot o un app hay (todavía) una persona (o colectivo) con intenciones (no siempre buenas), ya hemos comenzado a confiar ciegamente en ellos.
Comenzamos prefiriendo relacionarnos a través de las redes sociales y poco a poco, los más modernos y decepcionados, van optando por la relación directa hombre-máquina.
Nuestra confianza en la tecnologia es tan ciega que ya nos fiamos más de ella que de nosotros mismos.
En el sistema sanitario hace tiempo que esto es así: cualquier médico moderno dará mayor crédito a un resultado arrojado por un aparato ultramoderno que a lo que el paciente le intente contar (para esto último ya no hay tiempo).
Y tambien en nuestra vida diaria esto es así; atribuimos mayor fiabilidad a los apps que cuentan nuestros pasos o miden nuestros parámentros vitales que a nuestro sentido común, del cual -las últimas investigaciones lo muestran- pronto podremos prescindir.
¿Para que queremos sentido común si tenemos Apps?
En breve estará en el mecado el "EnkeApp" (llamado así en honor al futbolista suicida). Se trata de un chip que registrara todos y cada uno de nuestros cambios de humor, informandonos cada cierto tiempo de si estamos tristes o contentos y de si nuestra tristeza es ya digna de considerarse patológica, en cuyo caso nos ofrecerá una lista con psicólogos a lo que podremos llamar.
Todavía. Pronto tambien de estos podremos prescindir. Recientes investigaciones con pacientes con trastorno por estrés postraumático han encontrado, sorpresa!, que estos se abrén más facilmente ante un ordenador (empático y neutral) que ante un terapeuta real.
Parece ser que pronto, a parte de nacer y esperar a morir, habrá poco que hacer.
De vivir nuestra vida ya podrán encargarse los ordenadores. Mientras nosotros les observamos tranquilamente recostados en el sofa.
Escribir comentario