Tendemos a pensar que nuestra sociedad liberal y moderna se está liberando también de los tabús. pareciera que ya podemos hablar de cualquier cosa, que ya no hay nada sagrado.
Nada más lejos. Los tabús, aún con otro traje, siguen estando ahí. Intactos. Y siguen estando ahí, porque cumplen una función social.
Nos protegen de nosotros mismos.
¿Qué pasaría si desmantelasemos los tabús?
No lo sabemos, pero tememos, que el frágil equilibro sobre el que se sostiene nuestra sociedad, pudiese desmoronarse de golpe.
Dostojevski hacía decir a uno de sus personajes;
si Dios no existe, todo está permitido.
Los tabús funcionan como la fe. Una fe organizada alrededor de un vacio. El temor a lo que podría ocurrirnos si nos atreviesemos a acercarnos al vacio nos hace moveros a su alrededor.
La maternidad es un aspecto tabuizado en la mayoría (me atrevería a decir en todas) de las sociedades.
Pero... ¿cuál es el TABÙ?.
Desde hace algún tiempo se viene tematizando lo que podríamos llamar el lado oscuro de la maternidad.
Madres arrepentidas o desencantados comienzan a salir del armario y a contar sus experiencias. Quieren acabar, dicen, con la falacia de que la maternidad produce LA FELICIDAD (en concreto una felicidad que ni las noches insomnes, ni las nauseas, ni las tetas caidas puedan empañar).
Se han sentido engañadas por la sociedad, por no haberles contado lo que les esperaba. Esperaban la plenitud y se encontraron con el desencanto - y con el doble sufrimiento que produce sufrir y tener que fingir felicidad.
Y es sobre todo por esto último por lo que hay que hablar del tema.
Pero no es del tabu de la maternidad de lo que estamos hablando, a pesar de las apariencias.
La maternidad feliz es tan sólo otro aspecto de un tabú mucho más profundo; el de una vida feliz y plena que se alcanza de repente y sin esfuerzo (en esta caso teniendo un hijo).
El desencanto, el pesimismo, la tristeza, la negatividad inevitable e inherente a la vida. Ese es el verdadero tabú.
No esta mal visto que las madres se quejen. Lo que esta mal visto es quejarse, pues hoy en día estamos obligados a ser felices y decir que no lo somos despertará en el otro reacciones similares a decir que no somos (madres) felices.
Con respecto a la maternidad...no hay dos maternidades iguales. Existen, esas madres que encuentran la plenitud con sus hijos. Existen también, las madres que rebosan felicidad en el embarazo. Y esas las que disfrutan de la lactancia tanto (o más) que del acto sexual.
Pero, también están las otras.
Hay mujeres a las que la maternidad las va sumergiendo en una depresión que va creciendo junto a sus vientres y culmina (pero no termina) con el parto. Y con el hijo, en lugar de la dicha y el conjurado sentimiento maternal, aparece a veces justo lo contrario; la tristeza, la negatividad, el miedo.
Y un sentimiento hacia el niño que puede ir desde el fastido pasando por el rechazo más o menos autoconfesado hasta el filicidio.
Filicido... ¿cuántas veces has escuchado esa palabra?
Helo ahí: el tabú de la maternidad.
El verdadero tabu de la maternidad es que no todas las madres quieren a sus hijos (como se supone que debieran de quererlos).
Y es que no hay vidas generales, como la ciencia quiere hacernos creer, solo hay vidas particulares, y de nuestra biografia dependerá el tipo de sentimiento que tengamos hacía nuestros hijos.
LA MADRE no existe: hay madres que aman a sus hijos, otras les envidian, a algunas les caen mal sus hijos, otras los adoran...de todo hay, en la maternidad, como en el mundo.
Y como bien dice el prólogo de "Madres arrepentidas":
En vez de preguntarse ¿cómo es posible que esto sea cierto?, podríamos preguntar ¿y si esto fuera cierto? ¿Qué pasaría entonces?
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Ramón (viernes, 17 febrero 2017 15:11)
Razonablemente de acuerdo. Sentimentalmente tabulando los tabús. Decir que "la madre no existe", me recuerda a lo de que "el cliente no existe, lo crea el que le sirve". A unos, servir, les hace serviles, otros se hacen serviciales y se acomodan a las circunstancias. ¿Es, el intento de supervivir en otros (hijos) un tabú? Algo puede que tenga. Decirlo que es todo, me parece demasiado.