El otro día ví "Eduardo Manostijera".
Para el que no la haya visto, es la historia de un niño/hombre solitario y distinto a los demás que es "rescatado" de su castillo por un alma buena e inocente y llevado a la comunidad de un pueblo.
Al principio es la sensación. Pues Eduardo es "particular". Tiene tijeras en lugar de manos y es capaz de hacer cosa extraordinarias con ellas.
La gente del pueblo comienza a rifárselo, todos quieren tenerlo cerca, adornarse con sus cualidades, salir de su mediocridad a traves de él.
Eduardo disfruta sintiéndose útil e intenta complacer a todos, lo cual es cada vez más difícil, pues su avidez y codicia parece no tener fin.
Además las manos de Eduardo son un arma de doble filo.
Su arte es ambigüo y lo que al principio se toma por un don acaba convirtiéndose en el estigma del mal.
Al final Eduardo consigue encender la cólera de un pueblo, bruto e irracional, como todos los pueblos en plural.
Deshacerse de él, un reflejo demasiado obvio de sus propias bajezas, acaba convirtiéndose en una necesidad, por ser la forma más simple y rápida de eliminar lo que no quieren ver.
La película es un retrato perfecto de la sociedad y sus chivos expiatorios.
Un cuento moderno, cruel e implacable donde la maldad (banal) y el sufrimiento aparecen en toda su cruedeza.
Vi la pelicula con mis hijos de 6 y 8 años.
Sufrieron mucho viéndola pero me resistí a la tentación de apagarla. Ellos querían ver el final que esperaban que fuese feliz. Esperanza que se vió truncada pues Tim Burton es aquí implacable.
Después de la película mis hijos, que como todos los niños de esas edades son pequeños filósofos, se hacían muchas preguntas.
Ellos no creen que el mundo sea así.
Y esta bien que no lo crean. Creo que es una buena señal.
Pero esta bien que se hagan estas preguntas. Y pienso que esta bien que las respuestas queden abiertas. O sean ambigüas, como los cuentos.
Hemos convenido en proteger a nuestros hijos de la ambivalencia y del mal. Criticamos y reinterpretamos cuentos antigüos porque nos parecen traumatizantes, sexistas o políticamente incorrectos. Eliminamos a los malvados de las historias o hacemos que parezcan ridículos. Los buenos son, por el contrario, simpáticos y cool y acaban venciendo.
Mentimos sin piedad y sin saber muy bien a quién queremos engañar, si a ellos o a nosotros mísmos.
Creo que fue Fromm el que dijo que educar consistía en transmitir una serie de preceptos cuyo seguimiento terminaria en catástrofe.
Es lo que hace Eduardo.
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Ramón (domingo, 21 enero 2018 22:45)
Interesante tema para reflexionar no solo con niños, sino entre adultos. No comparto, ni la frase TODO ESTÁ BIEN SI BIEN ACABA, ni con la contraria TODO LO QUE ACABA MAL HA ESTADO SIEMPRE MAL. Ni los absolutos TODOS, ni los finales, tiñen todo el intermedio (entre principio y final) Ni el "happy end" supone que siempre has sido feliz, ni un mal final demuestra que siempre y todo ha sido malo. La realidad no la simplificaría, ni con los tópicos del príncipe azul, el hada madrina, etc., pero tampoco con lo del lobito bueno maltratado por los corderos, ni los otros ejemplos de la canción de Paco Ibañes. Si que admito el conjunto porque va precedido de la precisión UNA VEZ, que no son TODAS LAS VECES.