Psicologia positiva

En el dominical de un conocido diario español se publicó hace unas semanas un especial sobre un tema que según ellos -y seguramente aquí no se equivocan- es estos meses objetivo prioritario del 90 % de las españolas (algo menos entre hombres): la celulitis.

 

Además de las viejas y conocidas recomendaciones, que no han perdido su vigencia y siguen siendo recetadas para casi cualquier problema, beber mucho, no fumar, alimentación equilibrada etc, etc, la psicóloga nos brindaba un decálogo de consejos para quererse mas.

 

Y aunque muchos de ellos más que consejos parecían mandamientos no habría contra ellos nada que objetar...si no fuera porque el párrafo contigüo ella misma los hacía aparecer ridículos.

 

Después del último consejo del decálogo: Ámese ahora! se pasaba sin más ambajes a los apaños cosméticos y quirúrgicos (subcisiones, envolturas, ventosas..) a los que podemos recurrir, en el caso de que los mandamientos se revelen utópicos.

 

Las peores desacreditaciones vienen siempre desde dentro y no puedo más que adscribirme a la corriente de escépticos que después de leer artículos como este vean confirmadas sus sospechas de que psicólogos y psicoterapeutas no son más que una pandilla de charlatanes baratos y la terapia una perdida de tiempo y dinero.

La psicología positiva malentendida recurre -o cae en ella, pues no esta claro si se trata de incompetencia o de manipulación- a la trampa lógica de pretender hacernos creer que al igual que una persona feliz tiene pensamientos positivos, a una persona infeliz le bastará pensar en positivo para serlo.

 

Esta trampa lógica explica porque un buen número de manuales de autoayuda no funcionan.

Somos infelices por motivos y razones personales e intransferibles.

 

Y nuestros pensamientos son producto de nuestro sentimientos y estos de nuestras experiencias y esta cadena no se puede cambiar tan solo a través del lenguaje.

 

Y si bien nuestro cerebro tiene una parte muy joven y dinámica (de la que nos sentimos muy orgullosos pues es la responsable de la lógica y la razón) a la que es bastante fácil engañar, existe otro pedazo de cerebro, más antigüo, experimentado y potente. Y este no traga.

 

Los cambios importantes que ocurren en nuestra vida no suelen ser el producto de un propósito aislado sino de un propósito precedido por una experiencia, o serie de experiencias, que provocan emociones suficientemente potentes como para hacernos tomar conciencia de que algo va mal.

 

Y esto es solo el principio. Después de la toma de conciencia el proceso de cambio es costoso, emocionalmente agotador y rara vez épico, requiere perseverancia y mucho valor y suele ir acompañado de cambios colaterales. Cambios que salpican a otros a quienes no hubiesemos querido salpicar.

 

En todo caso si alguien tiene previsto estirarse la piel o succionarse la grasa para sentirse mejor no necesita un decalogo que le recuerde que debería quererse y aceptarse así, sin más.


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