Amor punk

Parece ser que en la noche (y el día?) berlineses hay una serie de reglas no escritas que uno debe seguir si no quiere ser desenmascarado como perdedor.

 

No es nada nuevo, ser cool siempre fue un estado deseado, especialmente a ciertas edades. Ahora debes serlo toda la vida.

 

Si no quieres ser un pringao tienes que comportarte como si nada te importase, como si no esperases nada de nadie. Tienes que ser frio y distante. Independiente y autosuficiente.

 

Cuidate de no mostrar sentimientos, pues estos podrían abrumar al otro y hacerte aparecer a ti como dependiente.

 

El psicoterapeuta alemán Wolfgang Schmidtbauer analizaba hace ya décadas el miedo a la intimidad, como un sentimiento no exclusivo, pero si muy extendido en Alemania.

 

La intimidad vivida como una amenaza y el amor,  sentimiento que te empuja hacia el Otro, como perdida de control.

 

El amor como trauma.

 

Más allá de las facilidades para la fuga que proporcionan las nuevas tecnologías, puede que sea este sentimiento, el amor vivido como estado traumático, lo que explique la tendencia a escapar de los berlineses cuando empiezan a sentirse amenazados en su independencia.

 

Quizás las nuevas tendencias de relacionarse, tan en boga por estos lares, el poliamor o las relaciones abiertas, no sean más que un compromiso para este miedo tan profundo.

 

Pues cabe preguntarse cómo vamos a encontrar pareja, que paradojicamente sigue siendo el objetivo de mucha gente -la soledad sigue siendo el motivo más directo de la infelicidad y de suicidio- si invertimos todos nuestros esfuerzos en mostrar que ante todo valoramos nuestra independencia.

 

Los japonenses, cuyo miedo a la intimidad es ya maduro, han desarrollado curiosas soluciones para esta disyuntiva.

 

Si el problema es que mi cuerpo, a falta de práctica, a perdido la facultad de expresar sentimientos, puedo utilizar un necomimi; un sombrero con orejas que se mueven al ritmos de mis afectos.

 

Y si me he rendido en lo que al género humano respecta, y los bares de gatos ya no me llenan, puedo recurrir a las muñecas de silicona, no solo como objeto sexual, sino como pareja legitima -y controlable.

 

El amor es el nuevo punk y Berlín no es lo que parece.

Escribir comentario

Comentarios: 1
  • #1

    Ramón (viernes, 20 abril 2018 22:15)

    Que uno se quede sin palabras ante algunas, palabras, hechos u omisiones, no supone insensibilidad. Los sentidos son selectivos tanto por los umbrales perceptivos, como por los focos de atención a los que se dirigen, ya sea por intención (propia) o atracción (ajena), lo cual no supone que, si es por lo segundo, podamos calificar a la persona de enajenada, ni si es por lo primero, de reacción apropiada. Creo que el PUNK es más una reacción, que una acción, en cambio el JAZZ lo veo al contrario. Soy más de jazz que de punk, aunque no soy músico.