Schopenhauer fué uno de los primeros pensadores "logopáticos".
Los pensadores logopáticos abren una brecha en la filosofía, que hasta el momento se había centrado en la lógica y la razón, cualidades genuinamente humanas, para explicar la vida. Dejaban a un lado, estratégicamente, las emociones, ya fuese obviando su existencia o intentando controlarlas con medidas, en ocasiones muy extremas. Platón, por ejemplo, desterró de su cosmogonia a los poetas, por no poder verlos venir.
Y es que, como el pintor americano Charles Heany apuntaba, "en el pensamiento de Platón el pánico a lo animal, a lo material y lo instintivo lo invade todo".
Y no solo en el de Platón; este temor parece más bien una constante.
Veamos si no a Descartes, el racionalista, que rozó la locura abstrayéndose hasta la despersonalización y murió -que simbólico- de frio en Suecia. Y en Suecia, donde el estado (representando a la razón) ha conseguido regular las relaciones sociales, la gente también se muere. De soledad.
Incluso en el arte, surge en un periodo de incertidumbre una corriente que pretende despojarlo de lo individual y subjetivo -lo vivo- a costa de abstracciones universales. El pretexto: crear una armonia, preludio del advenimiento de un "nuevo hombre".
Y es que la cultura en sí, ya lo decía Freud, no tiene otra función que proteger al hombre de la naturaleza.... y de sí mismo.
Homo, homini lupus, dijo alguién.
Pero no se puede ni se podrá (ni se debería intentar con demasiado empeño) controlar la vida.
No se pueden eliminar las pasiones y Schopenhauer y Nietzsche y el resto de los logopáticos lo tuvieron siempre claro. Nos enseñaron que de hecho, en la vida, lo único que vale la pena, son ellas.
Pero el ser humano teme a la vitalidad, pues es informe y ambivalente y puede hacernos sufrir hasta límites inconmensurables. Pero sin ella, la vida se parecería a la jornada laboral de un funcionario.
El fútbol nos apasiona tanto por todo esto. Porque es vida y pasión.
Allí podemos esperar que ocurran cosas, que quizás en nuestras vidas nunca ocurran, podemos volver a sentirnos vivos, después de meses de estar muertos.
En el fútbol está la vida concentrada y además la podemos ver, cómodamente desde el sillón de nuestras casas...
El fútbol nos lo ofrece todo, tragedias individuales y colectivas, emociones, filosofía ... en el campo podemos comprobar empiricamente aquello que siempre nos han dicho, aunque sin mucha convicción, que el hombre es un ser social y funciona mejor si coopera (aunque solo lo hará si lo necesita).
El fútbol es vida exacerbada, concentrada, reconocible y vivible.
Y por eso, si no existiese, habría que inventarlo.
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