El día mundial de la salud mental

El 10 de octubre se celebra desde hace algunos años el día mundial de la salud mental.

 

Según la OMS la salud mental es "un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad."

 

Este año el foco son "los jovenes y la salud mental en un mundo en transformación". En la práctica pasamos rápidamente de hablar de salud a centrarnos en la enfermedad.

 

Hemos creido a todos esos expertos que nos dicen que existe algo así como la "enfermedad mental" (según el DSM-5, el manual diagnóstico de psiquiatras y psicoterapeutas, hay 374 formas de estar enfermo mentalmente y la tendencia es inflacionaria) y que el fin último es detectarla y erradicarla, como se hace con un cancer o un constipado.

 

Y es que los datos son alarmantes; según un informe de la OMS la mitad de los casos de enfermedad mental comienzan antes de los 14 años y el suicidio es la segunda causa de muerte en jovenes de entre 15 y 29 años.

 

Las soluciones propuestas son harto conocidas; aumentar la resiliencia, concienciar a la sociedad, dar a conocer los síntomas, invertir en personal especializado. Pero a la hora de la verdad, cuando nos encontramos con el enfermo cara a cara, resulta que no sabemos hacer otra cosa que anestesiarlo (o activarlo) y trasmitirles herramientas terapéuticas que fomentarán la convicción de que el problema está en ellos.

 

Podríamos empezar revisando el concepto de enfermedad mental.

 

Y es que lo que mucha gente no sabe es que las enfermedades mentales no se descubren sino que se deciden democraticamente, es un consejo de expertos, algunos de los cuales con relaciones dudosas con empresas farmacéuticas, los que deciden que trastorno se aceptará en el manual y cual quedará fuera. Ni siquiera la genética, en la que se apoyan, los respalda, un metaanalisis (revisión de articulos científicos) publicado recientemente en la revista Science no conseguía encontrar tantos genes enfermos para todas esas variantes de locura.

Quizás deberiamos cambiar de estrategia y comenzar a hacernos algunas preguntas básicas.

 

Porqué se suicidan los jovenes. Porqué son infelices. Porqué no consiguen adaptarse a la sociedad.

 

Podríamos hacernos estas preguntas, pero nos da miedo que la respuesta no nos guste. Nos da miedo descubrir que todo es un gran malentendido. Que los locos son los sanos. Y los sanos esos locos demasiado sensibles como para no percibir que el mundo esta invertido, que algo grave falla en la familia, en la sociedad, en el mundo.

 

Esos locos demasiado sensibles que perciben los contrastes entre los valores que pretendemos inculcarles y lo que realmente hacemos.

 

Que no solo lo perciben, sino que además no son capaces de reprimirlo y acaban estallando en gritos, paroxismos y delirios, o callándose -pero en un silencio que nos resulta incómodo.

 

O inventando un lenguaje propio (el común ya no les sirve para expresarse).

 

Un lenguaje cuya única función es la de gritarle al mundo que esta dejando de ser un lugar habitable.

 

Puede que los locos sean esos cuerdos adaptados, esos que bailan para celebrar la salud.

 

Esa salud mental que ha quedado reducida hace tiempo al último párrafo; "trabajar de forma productiva y fructífera y ser capaces de hacer una contribución a la comunidad."

 

No, no es la salud mental, sino "la locura, decía ya Unamuno, la verdadera locura la que nos está haciendo mucha falta, a ver si nos cura de esta peste de sentido común que nos tiene a cada uno ahogado el propio"


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