Diario de una pandemia: Adaptación

Antes de la pandemia, el derecho a la libertad personal y a la presunción de inocencia eran derechos fundamentales (artículos 17 y 24.2 de la Constitución Española.)


Estos derechos implicaban que una persona no puede ser privada de su libertad si no es tras un juicio justo, y que una persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario.


Sin embargo, para casos excepcionales, por ejemplo , crisis sanitarias tales como epidemias y situaciones de contaminación graves, puede decretarse el estado de alarma y entonces, como diría Groucho Marx, si esos eran tus derechos, aquí tienes otros.


La privación de libertad tiene, como se sabe, efectos psicológico.


El desarrollo de los síntomas dependerá de diversos factores como por ejemplo la estabilidad emocional previa al encierro, las características, incluidas las personas, del lugar donde se permanecerá durante el encierro, la precariedad laboral, la posibilidad de mantener relaciones sociales o la duración del encierro.
Algunos consiguen mantenerse tranquilos durante un tiempo pero a partir de cierto momento el encierro acaba afectando incluso al más conformista.


En un principio no todo es negativo, alguna gente que sufre de ansiedad o que tiene un superyo imperativo puede sentir al principio una mejora abrupta de sus síntomas. Esto ocurre porque al pararse el mundo y reducirse el espectro de actividades posibles, la voz omnipresente y taladrante puede desaparecer de las cabezas durante un tiempo. En este caso las personas experimentan el alivio de escapar de una vida que habían estado malviviendo. Pero es un estado ilusorio ya que, o bien sigue el encierro y los síntomas mutan, o la vida cotidiana vuelve y con ella los problemas y las dudas.


Uno de los principales motivos de sufrimiento actualmente es la incertidumbre.

 

La incertidumbre provoca ansiedad, bloqueo emocional, situaciones de presión intensa y miedo e incremento de la tendencia a la autoobservación, con la aparición de problemas de hipocóndria -actualmente fomentados por la prensa- así como temor por la pérdida de los vínculos con el exterior.
En algunos casos, sobre todo si previamente existían problemas, las consecuenciar del encierro serán más graves, pudiendo llegar a aparecer depresiones, conductas suicidas y violentas.

 

Otra de las reacciones probables es el quiebre de la voluntad y la tendencia al sometimiento, es decir un estado de resignación en el cual la persona renuncia a cualquier atisbo de pensamiento indócil, al percibir la instancia punitiva como extremadamente poderosa.  Para evitar la impotencia que esto provoca, algunos desarrollan lo que en psicología se llama "identificación con el agresor" (en este caso la instancia punitiva) que provoca odio contra el insurrecto llegando a generar la inmunda figura del "policia del balcón".


Se dice que a todo se acostumbra uno, lo cual es especialmente cierto en el caso del ser humano, lo que no se dice es lo que en este proceso de adaptación se sacrifica.

 

Lo iremos viendo.


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