El mito del confinado

 

Hay algunos que creen que hoy somos capaces de entender mejor que nunca la naturaleza humana. Ingenuamente piensan que un pensador, antropólogo, psicólogo etc... actual debe ser más sabio que uno de la antigüedad (pues tiene más información).

 

Algunos están incluso convencidos de que ellos mismos son más listos que el populacho de siglos anteriores, porque saben leer, sumar, restar y alguna cosa más.

 

Hoy la arrogancia llega tan lejos que personas que en toda su vida no han tenido un pensamiento propio acusan a otras de ignorantes, confundiendo ignorancia con desobediencia a la autoridad.

 

No hay progreso intelectual en lo que a la naturaleza humana se refiere.

 

Sucede que en cada época hay unos pocos lúcidos capaces de separar la paja de la esencia y llegar a ciertas verdades universales, que, como la naturaleza humana, siempre son las mismas.

 

Esta creencia en la evolución del pensamiento se apoya en el error fundamental de confundir información con conocimiento. Si lo que queremos es entender la naturaleza humana nos bastaría con observar atentamente (sin escucharles demasiado, para que no nos confundan) a los que nos rodean e indagar en nosotros mismos.

 

No hace falta mucha más información.

 

Pero desde que el pensamiento científico lineal desbancó al mítico pareciera que la verdad es algo que alcanzaremos en algún momento. Y mientras tanto vamos viviendo de la mano de los científicos, esos representantes de la verdad. Una verdad que si hoy es blanca mañana puede ser negra.

Pues la ciencia rectifica y en eso se distingue de la religión. He ahí el nuevo dogma.

 

Si nos parásemos unos momentos a pensar un poco, sin prisa por citar a Copernico o a Einstein para justificar nuestra fe, nos dariamos cuenta que la realidad nunca ha cambiado al ritmo que hoy nos quieren hacer creer la OMS.

 

El pensamiento mítico tenía la ventaja de ser poliédrico, de admitir contradicciones, de no ser dicotómico. Hoy la lógica aristotélica ha calado tan hondo que hay gente incapaz de entender que por criticar al Gobierno no tienes que ser necesariamente de Vox.

 

Así de evolucionados estamos.

Allá por el siglo 400 antes de Cristo vivió un visionario que ya describió nuestro comportamiento en plena pandemia 2020; confinados en casa, enganchados a las sombras que se proyectaban en nuestras pantallas y tragándonoslo todo. Y después, al salir de la caverna, cegados por el sol veraniego, nos negabamos a creer que la realidad era lo que veiamos -gente más sumisa que nunca- y preferimos seguir pensando que las sombras eran lo cierto. Que el mundo esta plagado de irresponsables.

 

La realidad duele, ya lo decía Platón. Duele porque te impide seguir sosteniendo tu mentira. Duele porque te obliga a aceptar que has estado equivocado o peor aun; que has sido engañado por esos que suponias que te iban a cuidar. Por ello la mayoría ya nunca abandonará la cueva y la mayor parte de los que la abandonaron volverán a la virtualidad de la caverna, para poder seguir con su mentira consoladora y no tener que enfrentarse a una cruda realidad, que les obligaría a replantearse sus vidas enteras. O al menos los últimos meses.

 

Hoy, como antaño, el ser humano es, ante todo, cobarde. Y es esta misma cobardia -y no la curiosidad intelectual como quieren creer algunos humanistas- la que le ha llevado tan lejos.

 

Por eso los mayores avances están allí donde el hombre se tiene que defender de la naturaleza y, sobre todo, de sí mismo.


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