El día uno de Agosto, mientras los periódicos más leidos seguían intentando convertirnos en ciudadanos cívicos y responsables con titulares del estilo "Fui una irresponsable, andaba por ahi sin mascarilla" (El Pais 01.08.20) en la puerta de Brandenburgo miles de personas (20.000 según la policía, más de un millón según otras fuentes) se manifestaban en contra de las medidas que los gobiernos están tomando para hacer frente a la pandemia.
Cabe hacer hincapié en este detalle; que la gente se manifestaba en contra de las medidas, es decir de la acción humana en la pandemia, no en contra de la existencia del virus, como de nuevo nada sutilmente sugería la prensa (Tagespiegel) llamando a los manifestantes negacionistas.
Negacionistas, neonazis, conspiranoicos o directamente „covidiotas“ es como las fuentes oficiales se han estado refiriendo a los manifestantes en su empeño, perfectamente simbolizado por la máscara, de anular cualquie voz discordante. Y es que el argumento ad hominem es una técnica que siempre funciona. Ser tachado de conspiranoico, esotérico o nazi es una condena social y es el crédito social, más incluso que la salud, lo que la gente responsable y cívica teme perder.
El miedo genuino al virus existe, pero esta menos extendido que el miedo al devastador juicio social. Esto es así hoy, y lo ha sido siempre; clásicos experimentos de psicología han comprobado repetidas veces que la gente es capaz de negar su propia percepción con tal de estar de acuerdo con la mayoría.
"Calumnia que algo queda" parece ser la actitud oficial, ante cualquier movimiento discordante. Y, aunque si bien es cierto que situaciones como la que estamos viviendo propician la proliferación de todo tipo de explicaciones alternativas a la hegemonica – teorías conspirativas-, no lo es menos que este hecho está directamente relacionado con que la versión oficial se esta inculcando de una manera cada vez más autoritaria y represiva. "No se puede dudar de las medidas" se leía esta semana en un periódico alemán.
Movimientos científicos alternativos que presentan discursos interesantes y bien argumentados, que plantean preguntas importantes que se están obviando (informar tambien es omitir) y denuncian la tendenciosidad y falta de objetividad de las noticias con que estamos siendo bombardeados sin pausa desde Marzo ("La OMS afirma que los efectos del virus se sentirán durante décadas“ o "Las medidas han salvado 450.000 vidas“, ambos titulares del Pais nada científicos ni basados en la evidencia) son tachados de falsos de antemano sin ser siquiera desmentidos. Constantemente se nos advierte de la peligrosidad de estas teorías.
¿Alguien cree que esta gente es peligrosa? ¿En serio?
El mismo día de la manifestación, la prensa (DW entre otros) ya comenzaba, como quién no
quiere la cosa, a asociar el lema de la manifestación „El final de la Pandemia- El principio de la
libertad“ con una película fascista de la época nazi.
Puede que hubiese nazis en la manifestación, pues había de todo, pero desde luego que esas
abuelas que fueron a contra-manifestarse contra ellos lo debieron de tener crudo para
encontrarlos. Nosotros, en la hora y media que pasamos observando, no vimos ninguno. Y me
preguntaba si es posible que los que acusan a los manifestantes de neonazis no perciban que el
fascismo ahora esta del otro lado.
Me lo pregunté hasta que vi a los contramaniestantes, que, hartos de buscar, supongo, gritaban
"nazis fuera" al todos los manifestantes. En la escena que recoge un video en you tube,
concretamente a un negro y un viejo. Estas abuelas eran todo agresividad. Estaban muy
enfadadas con los nazis, el único problema era que nazis allí no había ninguno. Pero ellas había
ido allí a odiarlos y fue lo que hicieron. Alguien debería darles a leer Rebelion en la granja,
antes de que sea demasiado tarde.
Decía Orwell que „en su juventud ya se dió cuenta de que los periódicos jamás informan
correctamente sobre evento alguno, pero que (precisamente) en España vió por primera vez
reportajes periodísticos que no guardaban la menor relación con los hechos, ni siquiera el tipo
de relación con la realidad que se espera de las mentiras comunes y corrientes.
Esta frase no ha perdido vigor o lo está recuperando a marchas forzadas.
La prensa y algunos políticos ya estan pidiendo castigo. Pronto dirán que por culpa de los irresponsables
manifestantes vuelven a subir los contagios, dirán que es por culpa de ellos es necesario aplicar medidas
más duras. No dirán, y nadie parece percatarse de ello, que ni la dureza de las medidas ha sido
directamente proporcional al control de la pandemia (sino al contrario) ni estas han sido precedidas por
acciones de irresponsables (sino por el miedo y las denuncia). Con todo eso que dirán no harán más que
repetir el mensaje de siempre: no se puede disentir, solo hay una verdad. La verdad oficial.
En esta manifestación había grandes ausencias; las máscaras, el miedo o la distancia social (#stayclose).
Pero que se queden tranquilos los que ahora se revuelven; el organizador ya ha sido denunciado. Por el
contrario, se practicaba la risa y el baile y alguna otra práctica terrorista prescrita en la actualidad. Había
lemas que reconfortaban el alma (esas abuelas generosas que pedía un mundo sin represión para sus
nietos) y chocaba de bruces con otra de las actitudes en voga; el odio al joven irresponsable en el que ha
recaido la culpa de lo que se ha convenido en llamar rebrotes, sin esperar siquiera a la segunda ola con
la que se nos venia amenazando.
Nosotros somos la segunda ola, decía una pancarta. Nosotros, los que protestamos.
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