El virus de la tristeza

La psiconeuroinmunologia es una rama de la medicina que estudia la interacción e influencia mutua de la psique, el sistema nervioso central y el sistema inmune. 

 

Hay diferentes formas de entender y abordar la PNI dependiendo de la definición y acotación que se haga de cada uno de estos subsistemas y del respectivo peso que se atribuya a la hora de influir en el organismo.

 

En todo caso la mera existencia de la disciplina desmonta una creencia largo tiempo sostenida; que el cuerpo está formado por módulos (sistema hormonal, sistema inmune, sistema nervioso central...) y que estos funcionan con independencia unos de otros.

 

Decía Martin Buber que el hombre, enfrentado a la complejidad de su propio ser, se vió abrumado y decidió diseccionarse en infinitas partes para limitar su estudio a una de ellas, relegando al futuro la tarea de unir sus conocimientos. Este momento del futuro cada vez se fue alejando más; la parte demostró ser infinita y por otra parte, ya lo decían los gestálticos, el todo nunca fue igual a la suma de sus partes.

 

Sabemos desde hace ya tiempo que el sistema inmune, al igual que la mente, es individual (cada uno tiene el suyo) y que por este motivo no todos reaccionamos a las amenazas de la misma manera. Un mismo virus puede ser inocuo para algunas personas y mortal para otras. Nuestro sistema psiconeuroinmunológico será el responsable de cómo reaccionemos a agentes extraños y externos. Y el potencial dañino que estos agentes extraños tengan en nosotros dependerá, entre otras cosas, de la connotación que se les otorge desde fuera. 

 

Sabemos que el miedo es un factor crucial a la hora de explicar la reactividad del sistema inmune. Y sabemos también que nuestro sistema psiconeuroinmune no solo reaccionará a agentes nocivos sino que es susceptible de reaccionar a cualquier cosa que tome por amenaza (como ocurre en las alergias) y que incluso, al igual que la mente del obsesivo, puede volverse contra uno mismo, como sucede en las misteriosas enfermedades autoinmunes.

 

Sabemos también que no hay nada peor para el sistema inmune que la soledad. La falta de contacto físico y social. Numerosos experimentos demostraron ya por los años 50 que la falta de contacto físico en niños pequeños era un factor suficiente para explicar el retraso mental y físico e incluso la muerte. Más tarde supimos (vease los numerosos estudios que surgieron del Bucharest Early Intervention Project) que la llamada hormona del estrés (cortisol) que el cuerpo produce cuando se siente solo y en peligro, era un factor clave. Sabemos que no hay nada que provoque más estrés que la soledad. Y que la soledad es mortal para el ser humano y la causa de numerosos trastornos, tanto psicológicos como físicos (Einsamkeit, Manfred Spitzer), también en adultos.

 

Sabemos todo esto, pero seguimos actuando como si no lo supieramos.

 

Preferimos seguir buscando la seguridad fuera de nosotros y, ofuscados y optimistas, pretendemos que con ayuda de nuestros mejores métodos (que cada vez son más mejores) acabaremos con todos los peligros. No pararemos hasta tener un mundo seguro y no hemos caido en la cuenta de que esta limpieza se está volviendo ya contra nosotros. Y es que hay una cosa que nunca podremos eliminar; el miedo, y el miedo, al igual que el sistema inmune, siempre encontrarán enemigos, que serán, eso si, cada vez más ridículos.

Y es que, como decía Baudrillard,"como el cuerpo confía cada vez menos en sus anticuerpos, hay que protegerlo desde fuera. La limpieza del medio en el que vive deberá compensar la debilidad interna del sistema inmune. Los sistemas inmunes fracasan, porque existe una imparable tendencia, a la que a menudo se llama progreso, a intentar que el cuerpo y la mente abandonen sus sistemas de defensa y se apoyen cada vez mas en artefactos artificiales. Pero el hombre al que se priva de sus sistemas de defensa se vuelve vulnerable a la técnica y la ciencia, al igual que, despojado de sus pasiones, se vuelve  vulnerable a psicologías y terapias, o separado de sus afectos y enfermedades a la medicina. No es absurdo el supuesto de que la destrucción del ser humano comienza con la eliminación de los gérmenes. Pues, al igual que el hombre, tal como es, con sus afectos, sus pasiones, su risa, su sexo, sus excreciones es solo un sucio germen que molesta en la transparencia del universo. 

 

Cuando el virus sea eliminado, cuando todo este limpio y se haya puesto límite a todo contagio social y bacilar solo quedará el virus de la tristeza en un universo mortiferamente limpio y una tecnología letalmente perfecta". 


Escribir comentario

Comentarios: 0