No hay cura para el amor

 O el amor según Kierkegaard

 

Et qui vim non sentis amoris, aut lapis est, aut bellua. (El que no sienta la fuerza del amor es un animal, o una piedra)

 

Este es el segundo de una serie de artículos/videos en los que analizaré, junto a la filósofa Irene Martín, la idea de amor en diferentes autores.

 

Decía Robert Musil que el mundo no mejorará hasta que no haya amantes felices.

 

Pero qué es el amor. Y ¿es posible que, como decía Rilke, cada uno de nosotros tenga una idea distinta de lo que es el amor? 

 

Kierkegaard no es conocido como el filósofo del amor, sino en todo caso de la angustia y la melancolía.

 

"Mi vida ha comenzado sin espontaneidad, con una melancolía terrible, perturbada en su base más profunda desde mi niñez mas temprana" S. Kierkegaard

 

Sin embargo existe una relación directa entre el amor y la melancolía, bien conocida desde hace milenios. Robert Burton, en su libro "Anatomia de la melancolia", escrito en el SXVII, dedica un capítulo entero a la melancolía causada por el (des)amor, el amor heroico o melancólico, como se le llamaba, el pasional, el que surge cuando la persona amada se convierte en una obsesión, una necesidad, una droga. 

Un amor que es reminiscencia, en la edad adulta, de la experiencia individual de amor en la infancia.

 

Partiendo de esta idea; que es en la infancia cuando aprendemos nuestra individual forma de amar, vamos a dedicarle unas pocas lineas a la biografía del filósofo que nos ocupa.

 

A la biografía de Kierkegaard se le han dedicado cientos de interpretaciones filosóficas, psicológicas y psiquiátricas, a menudo contradictorias entre sí. El mismo decía que su vida habia alcanzado una importancia demasiado esencial en su obra.

 

Fue un extraño en el mundo. Un solitario. Su soledad se vió reforzada por sus dotes para la impostura de las cuales da fe su novela, "El diario de un seductor". El mismo decía que su capacidad de sufrimiento sólo era superada por su extraordinaria capacidad para ocultarla y disfrazarla de alegría.

Su caracter cerrado le hacía sospechoso de ser melancólico o estar enamorado. Kierkegaard era un Individuo, en mayúscula, pues rechazaba cualquier generalización sobre la naturaleza humana. En esto coincidía con Rilke que decía que toda la historia de la humanidad estaba equivocada por su tendencia a hablar siempre de "los hombres" o "las mujeres" suponiendo que esas palabras pudiesen tener plural. Quiso permanecer un Individuo, aun a costa de la soledad que esto traía consigo y ese fue el epitafio que eligio para su tumba. Fue el Individuo.

 

De niño no salía practicamente de casa. El padre, melancólico como él, le acostumbró a dar paseos por la habitación y a imaginarse la calle o el mercado con pelos y señales.

De su padre aprendió, a fuerza de paseos caseros, a imaginar, dialéctica sin síntesis y heredó también la condición de pecador. El padre se había casado, pero la mujer murió al poco tiempo. Poco después dejó embarazada a su criada con quien tuvo seis hijos y con la que nunca formalizó la unión. 

De los hijos sobrevivieron dos; Kierkegaard y su hermano mayor. Los dos vivieron más de 33 años, para extrañeza de Kierkegaard que creía que sobre los hijos de su padre pesaba una madición y que nunca pasarían de esa edad.

De la madre, lo más llamativo es que Kierkegaard guardo silencio en su obra. Algunos biógrafos piensan que nunca abandonó el estatus de criada. Quizás fuese el objeto materializado de la vergüenza del padre. 

El padre fué uno de los motores de su obra y el pecado que cometió (y la vergüenza con la que lo vivió) recayó literalmente sobre las espaldas de Kierkegaard, materializado en una joroba, cuya importancia algunos biógrafos exageraron estrepitosamente, en ese empeño tan humano de encontrar para toda genialidad o temperamento una causa material y apresable.

 

Kierkegaard tuvo una educación particular. Su padre ponía un énfasis especial en la responsabilidad personal, de modo que él terminó siendo una persona con una elevada conciencia moral y un hipertrofiado sentimiento del deber.

 

Tardío escritor de diarios, parecía dar poca importancia a lo realmente acontecido. Kierkegaard prefería el musiliano sentido de la posibilidad, por el que vivió aplastado.

 

Detractor de Hegel, consideraba que el sistema sin grietas en el que había acorralado al pensamiento no dejaba espacio para la vida. Pensaba que todos los filósofos que intentaba encorsetar la vida en un sistema, acababan teniendo que mudarse a vivir fuera de él, pues la vida no puede ser apresada al estar en movimiento y no haber terminado.

La filosofía no puede estar a margen de la vida, pensaba Kierkegaard.

 

Para él tanto la filosofía como la poesia y en el fondo todo pensamiento, debía necesariamente emerger de la vida y si no era así, enntonces era falso. "Los versos no son sentimientos, sino experiencias", decia Rilke.

 

Dudo, no tanto de la existencia de Dios, como de su bondad, y no fue Hegel ni niguna filosofía lo que le llevó a dudar sino la miserable vida de su padre, plagada de culpa y vergüenza, con su falta de esperanza en la redención. Observar como se consumia su padre le hizo pensar que el cristianismo, en lugar de fortalecer al inviduo, le robaba la fuerza.

 

Kierkegaard empezó muy pronto a sospechar que la beatitud del padre era más una derrota que una esperanza de salvación. 

Particular en la obra de Kierkegaard era su tendencia pseudonímica, que él relacionaba, con una sensación de monstruosidad, de locura. "Mi melancolía ha hecho que durante años no haya podido dirigirme a mí mismo como a un tú". 

 

Kierkegaard veía en la melancolía la madre de todos los pecados y en su naturaleza melancólica uno de los grandes impedimentos para permanecer con su amada. Y el sentido de la posibilidad, lo que podría haber ser o haber sido en lugar de que lo que era, le atormentó siempre.

 

Los pensamientos del melancólico giran en torno a sí mismo, en un narcisismo negativo que imposibilita la conexión con el otro, que no es visto. "La melancolia es una contracción, un inclinarse hacia si mismo" en palabras del filósofo. La obsesión por librarse de "culpa" en toda acción actua como freno a cualquier decisión, en especial las que implican a otra persona.

 

Se dice que no tuvo sexo con ninguna mujer. Una visita al burdel terminó con un apunte ambigüo y escueto sobre la risita de la prostituta, que le persiguió torturante durante algún tiempo.

 

Se enamoró de Regina Olsen visitando a otra damisela a la que quería hacer la corte -y de la que se olvidó muy pronto.

"puedo realmente creer los relatos del poeta, que cuando uno ve por primera vez el objeto de su amor, imagina que lo ha visto hace mucho tiempo, que todo amor, como todo conocimiento, es reminiscencia, que el amor también tiene sus profecías en el individuo. ... creo que habría de poseer la belleza de todas las chicas para poder dibujar una belleza igual a la tuya; que habría de navegar alrededor del mundo entero para poder encontrar el lugar que me falta y hacia el que apunta el más profundo misterio de mi completo ser, y al momento siguiente estás tan cerca de mí, llenando mi espíritu tan poderosamente que me glorifico y siento que es bueno estar aquí" .

 

La penosa y trágica historia de amor con Regina está contada en "El Diario de un seductor".

Después de declararse y enamorar a la muchacha, que tenía 15 años cuando la conoció, la acaba abandonando por no creerla capaz de soportarle con su meláncolia y su carga de culpa ancestral. En un acto de cobardía heroica quiso dejarla, haciéndole creer que era ella la que tomaba la decisión, pretendiendo así ahorrarle un sufrimiento que él situaba más en la culpa que en el abandono.

 

Acabó ocurriendo lo probable; superado el duelo, ella rehizo su vida y se casó con otro. El nunca pudo olvidarse de ella. Lleno páginas y páginas intentando comprender desde todos los ángulos imaginables lo que había hecho y dotar de sentido a su decisión aparentemente inútil, durante algún tiempo confiando en la reversibilidad del asunto, finalmente en su decisión y compromiso con el modo de vida religioso. 

 

"El diario de un seductor" es un libro extraordinario sobre la manipulación inútil. La manipulaciónque que no tienen, como suele ser lo común, el fin de dominar sino el de liberar al otro de una culpa que probablemente ni siquiera sentiría. Cargandosela él, junto al resto del pesado equipaje, que ya llevaba a sus espaldas. 

 

"El diario de un seductor" es una muestra de la discrepancia que puede llegar a haber entre los actos y las palabras y lo difícil que es desentrañar las intenciones ocultas de la persona que ama.

 

Quién sabe que pensaría Regina Olsen de todo esto....

 

No hay cura para el amor, decia Leonard Cohen. Incluso Apolo, que se había propuesto sanar todas las enfermedades, fracasó cuando se enfrentó a esta.

 

Robert Burton, trás llenar páginas enumerando todo tipo de yerbajos y paliativos inútiles acaba concluyendo que sólo hay dos curas definitivas para el amor: precipitarse por un acantilado (en Grecia había uno en concreto que los amantes escogian con predilección) o quam ut amanti cedat amantum. 

Dale al amante lo que desea; el amado.

 

No hay amor sin riesgo.

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