La madre y su relación con lo sagrado

Virginia Wolf perdió a su madre cuando tenía 13 años. Estuvo obsesionada con ella hasta que un día, mientras paseaba, llegó a su cabeza como una revelación su novela Al faro. La escribió casi del tirón. Cuando la terminó dejó de estar obsesionada con su madre. Dejó de verla y oir su voz en todas partes. Tenia 44 años.

 

La figura de la madre ha representado en todas las culturas y religiones el amor más profundo que podemos conocer. Un amor que, ha diferencia del del padre o amante, es incondicional y piadoso. La clásica representación en nuestra cultura es la Virgen María sufriendo en silencio con su hijo muerto en brazos.

 

En la mítica calle "Unter den Linden" de Berlín, en una especie de templo no excento de cierta mística, hay una escultura de Kathe Kollwitz, una artista berlinesa de principios del SXX, que se llama "Madre con hijo muerto". Había perdido a su hijo 10 años antes de realizar esta escultura durante la primera Guerra mundial. Pero según Kollwitz su "madre" ya no está sufriendo. Está reflexionando.

El amor incondicional de una madre que nunca nos abandonará es una fantasia tranquilizadora a la que todos nos aferramos. Aún a costa de la madre real.

 

De esta, de la de carne y hueso, negaremos siempre su lado oscuro. Muestra de esto es que si bien todos conocemos a Eva, apenas nos es conocida la figura de Lilith, supuestamente la primera mujer de Adán, creada del barro como este en condición de igual. Lilith es la mujer fatal, seductora y un tanto bruja.  

 

Según cuenta la leyenda fue condenada por arrogante (no quiso someterse a Adán)  a parir hijos demoniacos y muertos. Representa la sombra de la madre/mujer, que enturbia los ánimos de las madres en sus primeras semanas infundiéndoles temores e inseguridades. Es la ladrona de bebes. Aparece en diversos cuentos y leyendas como bruja o ente misterioso que intenta engañar a las madres para robarles  sus bebes. Lilith representa también la sexualidad y la independencia, la parte mas amenazante y egoista de la madre. 

 

En un principio la madre es para el hijo un ser sobrenatural.

 

Es su primer objeto del deseo, susceptible de calmarlo y colmar todas sus necesidad. Ante tamaño poder, el niño no puede menos que sentir devoción y fascinación ante ella. La mirada que la madre dirige al niño es de suma importancia para su supervivencia. Es el primer espejo en el que el hijo se mirará y este primer reflejo será lo que seguirá viendo en ellos toda la vida. 

 

La mirada extática del bebe a la madre es la de alguien que esta frente a lo sagrado.

Es la mirada que mas tarde se dedicarán los enamorados. 

Cuando la mirada de la madre está enturbiada por miedos, depresiones o anhelos frustrados, los hijos la rehuyen, y esta huida de la mirada materna es equivalente a la huida del amor de aquellos que, como Kierkegaard, temen a la intimidad pues no quieren volver a verse en un espejo desfavorable o peor aún: uno que ni siquiera les refleja.

La madre es uno de los arquetipos principales del inconsciente colectivo de Jung. Representa lo bodadoso, protector, sustentador pero también lo secreto, escondido, tenebroso, el abismo, el reino de los muertos, lo que seduce, envenena y devora.

Esta otra madre aparece en los sueños de los niños, donde no es posible evitar pensamientos que de día no podríamos soportar. Tan potente es la reticencia a dudar de la madre (y todo aquello que más tarde la simbolizará) que preferimos la locura al desamparo. Pero nuestros sueños pueden ser proféticos, a veces podemos encontrar allí facetas de la madre que preferiríamos no conocer. Una amiga que sufrió anorexia en su juventud me contaba que su hija soñaba recurrentemente que ella moría. Incapaz de quitarle este persistente miedo un día le preguntó:  

 

-¿Y de qué muero?

-De hambre.

 

Hay madres que vampirizan a sus hijos, que se alimentan de su cariño filial y lo utilizan como combustible. Qué viven y reafirman su autoestima a través del amor incondicional de sus vástagos. Cuando se da una relación así, a menudo el hijo no llega a emanciparse nunca y cuando la madre muere, en casos extremos de falta de terceras personas, el hijo no puede soportar la pérdida y se reencarna en la madre. Cual Norman Bates en psicosis. 

 

Hay madres arrepentidas, que proyectan en los hijos el final de la posibilidad de Ser ellas mismas. Madres que rechazan visceralmente a sus hijos, como la del poeta maldito que refiriendose a ella escribió: 

" ¿Por qué no parí un ovillo de vívoras en lugar de dar vida a irrisión semejante?"

C

reo que fue Pizarnik la que dijo que no habia nada mas extraño que una madre y Daniel Tammet, un conocido autista savant, dijo una vez que en toda su vida sólo había querido responder a una pregunta:

 

-¿Quién es mi madre? 

 

Tammet la espiaba para entender su comportamiento y descubrir, mezclando recuerdos y experiencias, la fórmula que le permitiría predecir su comportamiento. 

 

En vano, las madres siempre permanecerán inexcrutables. Como todo ser humano.

Nuestro comportamiento nunca podrá ser atrapado por un algoritmo (por suerte), ni ser cien por cien comprendido. Pretenderlo nos está llevando al empobrecimiento de la vida.

 

La madre no es sagrada, es un ser humano como otro, con sus virtudes y sus mezquindades, pero (probablemente) es el primer encuentro con ella, el que nos proporciona la experiencia de lo sagrado.

Esa que ya no podemos soportar.

 

(Ilustraciones/Scherenschnitt, de Yvonne Ribes Zankl)


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Comentarios: 2
  • #1

    Marita (domingo, 02 mayo 2021 11:58)

    Los sueños revelan muchas cosas. Existe lo que se denomina memoria genètica, que pasa de abuela a nieta o de madre a hija. Eso podría explicar la anècdota de la hija que ve a su madre en sueños, muriendo de hambre. Aun sin saber que su madre habîa tenido anorexia.

  • #2

    Javier (lunes, 10 mayo 2021 13:21)

    Mi madre murió cuando yo tenía dos años. Mi memoria de ella es inconsciente y solo se recreo conscientemente con la memoria familiar y mis sueños. Por eso se creó el mito sagrado de su amor incondicional intemporal en interior. Ese recuerdo casi metafísico iluminó un acceso a la trascendencia virtual que me ha acompañado toda la vida hasta integrarla. Incluso en mis terapias Transpersonales se opuso radicalmente a cualquier atisbo de traspaso emocional a la figura de la madrastra, que apareció por sorpresa, quizás para ambos, a los siete años. Desde entonces estos dos arquetipos han luchado, abiertamente o en las sombras, por ser la presencia de lo real. Al final la presencia sagrada de la Madre, incluso asumiendo sus posibles flaquezas humanas si no hubiera muerto antes, se ha impuesto a las limitaciones y bloqueos emocionales de la Madrastra. Y este principio del Amor trascendente incondicional incluso deificado se ha sublimado más allá de cualquier analogía religiosa hasta alcanzar el supremo poder de la Vida y la Evolución Sagrada en palabras de Theilrad de Cardin. El Madre-Padre principio y vin de cualquier oración mística que integra todas las luces y sombras del avatar humano. ¿Es posible vincular el mito de la madre y el padre, con el misterio de la encarnación y el sufrimiento humano?.. ¿Es posible comprender el abandono agónico y la desesperación última del desposeído, con la confianza absoluta y la aceptación del amor incondicional, incluso del desamparo abismal de la pérdida de la protección del útero materno?