El sacrificio

"Primero vacunarse, después festejar", leemos allí donde antes se anunciaban conciertos y fiestas.

 

Primero el sacrificio, después el disfrute, dice una máxima muy humana. Aunque en realidad el orden está invertido; se nos insta al sacrificio (castigo) para expiar una supuesta fiesta, un supuesto disfrute excesivo y ofensivo a los Dioses.

 

El ser humano siempre se ha relacionado con lo terrible e incomprensible a través del sacrificio. Enfrentado a experiencias que no es capaz de entender -como la muerte- las dota de sentido (es el castigo por una culpa cometida) recuperando así el control perdido. Es su respuesta ante la impotencia en la que le sume un universo oscuro, terrible e inefable. Y es también venganza de los celosos Dioses ante el disfrute de los mortales.

 

La película de Yorgos Lanthimos, "El sacrificio del ciervo sagrado" aborda el tema de una manera magistral.

El título  alude al mito de Agamenon.

Este había matado a un ciervo consagrado a la Diosa Artemisa. No contento con ello, alardeó de sus dotes de cazador. Artemisa lo castigó impidiendo a sus barcos avanzar hacia la ciudad de Troya, donde se estaba librando una guerra. Al consultar al oráculo para librarse de la maldición, este le dió la solución; debía sacrificar a Ifigenia, su hija más hermosa. Solo asi conseguiría aplacar la ira de la diosa y que esta los dejara partir. En un principio Agamenón se negó, pero finalmente, al ver que no había alternativa, aceptó llevar a cabo el sacrificio.

 

Agamenón había matado a un ciervo sagrado y ahora debía sacrificar a otro: su propia hija.

En el origen se supone una culpa. En el mito, matar al ciervo. Pero esto es solo el pretexto. La verdadera culpa de Agamenon es la del único pecado capital que los Dioses nunca podrán perdonar; la de la arrogancia. Agamenon osó compararse con la Diosa.

 

En la película de Lanthimos la culpa que pesa sobre el padre/cirujano es una supuesta negligencia que acabó con la vida de un hombre en la mesa de operaciones. Es el hijo de este hombre el que la simboliza. Lo veremos aparecer en la vida del médico en los momentos más inesperados -e inoportunos. 

El cirujano, cada vez más irritado, se esfuerza por expulsar la culpa de su vida; le dedica migajas de su valioso tiempo, le hace pequeños obsequios y finalmente pretende deshacerse de ella de malas maneras.

En vano; la culpa está cada vez más presente.

 

Es entonces cuando los hijos del cirujano comienzan a mostrar extraños síntomas y la profecía se hace palabra: su condición culpable traerá una desgracia sobre la familia si no es expiada. 

El médico, científico racionalista, se niega a aceptar lo que únicamente puede entender como irracional; los síntomas innegables, deben tener sin embargo un origen genético o, haciendo ya una gran concesión, psicosomático. 

Y es que en el universo de Lanthimos la Ciencia es un poder hegemónico que domina todas las esferas de la vida, que lo explica todo  y que no admite alternativa. 

No hay otros dioses. 

 

Indiferente a la arrogancia del cirujano, la profecía sigue su curso y al médico no le queda otro remedio que aceptar que su ciencia no sirve aquí y no hay modo de salvarse que no sea ofreciendo un sacrificio de la magnitud del daño provocado.

 

Solo un sacrificio así volverá a equilibrar las fuerzas.

Lanthimos nos confronta con la eterna lucha entre Apolo y Dionisio, una lucha en la que no puede haber nunca un ganador... sin nemesis. 

 

Actualmente sin ser conscientes (el pueblo nunca se entera de nada) estamos soportando las tensiones y aceptando los sacrificios fruto de luchas de poderes; los poderes científicos, seculares (hoy también puritanos) y lo sagrado en todas sus manifestaciones.

Hace ya siglos que las fuerzas seculares se nos vienen imponiendo.

 

Hay un cuadro de Goya que representa esta masacre. El "Saturno devorando a sus hijos". Vemos en él a un Saturno de mirada desencajada presintiendo la inutilidad de su exterminio; cuando haya devorado al último de sus hijos quedará solo en un universo oscuro y terrible.

 

Pero el ansia de poder no tolera resistencia pues, si existen otras fuerzas, entonces es que existen otros Dioses. Y en un mundo monoteista, el poder tiene que ser absoluto  y el otro aniquilado. 

Y poco a poco se va haciendo desaparecer todo lo sacro. Fiestas (dionisiacas), rituales religiosos, conciertos, bailes y por último la noche.

 

¿Es casual que se hayan usado los lugares de ocio y disfrute como centros de vacunación y testeo?  ¿Es casual que haya sido un virus el motivo del cambio de paradigma? ¿Es casual que el Otro haya sido sustituido por una pantalla? ¿Es casual que el agua bedita haya sido sustituida por gel hidroalcóholico? ¿Es casual que la noche, símbolo de todo lo incontrolable, oculto, terrible y misterioso, este prohibida? ¿Y es casual que se nos exijan más y más sacrificios?

 

No, no es casual.

Cuando un poder pretende imponerse, lo primero que hace es derrocar viejos símbolos. Y sustituirlos. Por eso se han elegido los centros lúdicos, como centros de vacunación, aún habiendo alternativa. Por eso hay militares en los centros de vacunación -ellos representan el poder. 

 

Nos prestamos al sacrificio porque se nos inocula una culpa ( que cae en terreno fértil).

 

Tendemos a atribuir este sentimiento tan fácil de despertar  a nuestra herencia judeocristiana. Sin embargo la culpa es infinitamente más antigua. Es incluso anterior al pecado. No existe ese gran pecado, ese pecado original, solo existe la conciencia de insignificancia y dependencia y esta misma conciencia es la culpa. Y es el mismo sentimiento de culpa persistente y recurrente el que nos hace inventarnos siempre nuevos pecado que podamos expiar y obtener la anhelada redención (que no llega). Viviamos por encima de nuestras posibilidades, estábamos disfrutando demasiado, estábamos maltratando a los animales y provocando al clima, hemos sido irresponsables....en el fondo el tema es lo de menos pero siempre, siempre seán los sacrificados y no los verdugos, los que sientan la culpa. Curioso.

 

Se dice que para que el sacrificio sea efectivo la víctima tiene que entregarse voluntariamente. De otro modo sería un asesinato. La posibilidad de eludir el sacrificio, de resistirse a ese nuevo bautismo que nos permitirá pasar a una nueva era, es cada vez más reducida. Pero sigue habiendo resistencia. Pues algunos han tomado conciencia que aquello que los poderosos, la sociedad, nos ofrecen a cambio del sacrificio es: NADA.

Y en es precisamente en esta entrega y sumisión, en esta aceptación del sacrificio a cambio de NADA donde radica nuestra verdadera culpa.

En todo caso mientras siga habiendo resistencia, hijos que devorar, seguirán habiendo medidas aparentemente inutiles, pero repletas de sentido simbólico.

 

Y seguiran diciéndonos que no nos hemos sacrificado lo suficiente.

 

La idea de un nuevo mundo puro no es nueva. Es recurrente en la historia.

 

Y siempre que se han postulado nuevos mundos, ha habido gente que no ha sido invitada.

Los que no se sacrifican. Veremos que ocurre con ellos.

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