"La culpa es de uno cuando no enamora", decía Benedetti sobreestimando su influencia y condenándose así a sufrir más allá de la pérdida.
Que alguien se enamore o no de uno es algo sobre lo que no tengo poder (absoluto), pues depende, al menos en parte, del otro.
Pero al narcisista (hay que aclarar que un narcisista no es, a priori, un malvado como se tiende a presuponer, sino uno cuyos pensamientos, generalmente negativos y autodenigrantes, son autoreferentes, es decir, giran en torno a sí mismo) le cuesta repartir ciertas responsabilidades.
El Individuo es el gran absorvedor de culpas.
Las acusaciones son de lo más hetereogeneas y lo único que tienen en común es que le señalan a él; por haber vivido por encima de sus posibilidades (culpable de provocar una crisis), por ser un hombre opresivo (heteroculpa), por no tener un cuerpo suficientemente bello y sano, por el cambio climático o por esparcir enfermedad con su incivismo y su falta de responsabilidad.
La sociedad cuestiona al individuo y este siempre está intentando mejorar y portarse bien. Hay algo superior a él que le impide cuestionar qué tanto de responsabilidad recae sobre el otro ya sea un amante, un jefe, un padre, una multinacional, un banco o una corporación farmacéutica.
La culpa es de uno, y echarsela a otro denota inmadurez.
Para entender la culpa previamente hay que distinguir entre la culpa por un acto concreto cometido y la culpa como sentimiento vital.
La gran culpa, como dicen los católicos.
Esta gran culpa va más allá de la herencia judeocristiana. La relacionamos con esta institución en parte porque utilizaba el vocabulario que conocemos e identificamos (culpa, pecados etc..) y en parte porque la Iglesia ha perdido ya suficiente poder como para que seamos capaces de cuestionarla. Hoy es inocuo (no arriesgo nada) cuestionar a la iglesia y por eso lo hago. Al igual que casi todo lo que se cuestiona socialmente, se hace cuando el poder lo permite.
Sin embargo una mirada atrás, adelante y a cualquier lado nos permitirá ver que cualquier sistema que quiera imponer algo se servirá de la culpa del individuo. Tambien aquellos con supuestas buenas intenciones como el feminismo, el veganismo, el animalismo. La civilización se nutre y se sostiene sobre la tendencia del individuo a la aceptación de la culpa, que hoy llaman responsabilidad, pero que es lo mismo, no nos engañemos.
En el pasado la religión nos impuso que nuestras almas eran débiles y necesitaba el beneplácito de Dios. A él le debiamos nuestra existencia y a él teniamos que rendir cuentas. Esto implicaba aceptar los rituales de arrepentimiento, confesión y expiación.
Hoy nos encontramos en una situación similar, aunque ahora es el cuerpo (objeto de la ciencia, como el alma lo fue de la religión) el imperfecto y el que precisa de la Ciencia para defenderse de sus enemigos. Porque solo no puede.
Y al igual que los rituales religiosos de arrepentimiento-confesión-redención-expiación se repetían cada domingo sin conseguir librarnos de la (gran) culpa pero constituyéndose en un modo de vida también la impotencia del cuerpo y la nueva dependencia de la Ciencia son dogmas que han venido para establecerse.
La culpa es la conciencia de estar en deuda.
Todo ser humano llega al mundo con esta marca ya que por nuestra naturaleza dependemos de otros para sobrevivir. Sin cierto cuidado del otro no sobreviviriamos y al otro, al gran Otro, tendemos a verlo durante mucho tiempo como omnipotente. Porque en algún momento lo fue. Tuvo el poder de salvarme y hubiera podido aniquilarme también. Pero no lo hizo, me regaló la vida y yo quedé en deuda, sujeto a esta gratitud, que me hace dependiente y obediente. Quedé debiendo a una instancia superior.
La relación particular que cada uno desarrolle con la culpa (su vivencia subjetiva) dependerá de multiples factores individuales como la constelación familiar y cultural concreta en la que nace, el modo en que sus padres, maestros, hermanos ejercieron el poder, cómo se relacionaban ellos con sus propias instancias de poder etc...
En el peor de los casos el sentimiento de culpa se convierte en omnipotente y aplastante llegando a generar graves depresiones.
Pues es la culpa y no la tristeza lo que caracteriza la depresión. Los depresivos pierden la motivación y la capacidad de decidir, pues sobre cada insignificante decisión acaba recayendo el poder de destrozarnos ( o destrozarle a otro) la vida. La obra literaria de Kafka es una metáfora del sentimiento individual de culpa, la grandeza del otro, el sinsentido del mundo y la impotencia del individuo.
El sentimiento de culpa se vive internamente como un autorreproche constante e implacable. Me acabo reprochando cualquier cosa que pueda ver como una mala decisión que marcó el curso de mi vida y lo dirigió hacia la infelicidad.
La culpa acaba culminando en la sensación de haber perdido mi vida. Por mi culpa.
Y por desgracia, esto último acaba siendo cierto; sujetos a este eterno agradecimiento, subordinamos nuestras necesidades a lo que "se esperaba de nosotros". Nos sacrificamos, renunciamos a Ser, siendo unicamente para otros. Y nos perdimos.
Leonard Cohen habla de este sentimiento en su canción"El traidor", según él, se llamó así "por ese sentimiento que tenemos de traicionar una especie de mandato universal que se nos ha impuesto y nos obliga a cumplir con él. Siendo incapaces de cumplirlo, nos damos cuenta de que el auténtico mandato era no cumpir con él, que el mandato universal era permanecer sin culpa, en cada aprieto, y es así como te conoces a ti mismo."
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