Parara percatarnos de que a lo largo de este último año y medio han aumentado las depresiones no hace falta esperar a que la OMS publique un estudio. Basta con mirar alrededor. Por mi parte he pasado de tener varias solicitudes de cita a la semana a tener varias al día.
Especialmente preocupante es el aumento de las depresiones infantiles, que darán que hablar en los próximos años. Y es que los niños -y los ancianos en residencias- han sido los grandes sacrificados; han sufrido las medidas más extremas sin tener practicamente ninguna posibilidad de defenderse de las buenas intenciones de la sociedad.
Hay una teoría que dice que la depresión es un estado en el que uno ve el mundo como es. Y ver el mundo como es tiene la desventaja de que veré cosas que no me gustarán.
Pero aún hay otro problema peor; en cuanto exprese lo que no me gusta vendrá el positivista de turno y me intentará convencer de que no es el mundo el que falla sino yo el que miro mal.
Me dirá que no sea negativo, que mire el lado positivo de las cosas.
Esta es otra de las cosas que han aumentado a lo largo de este año; la presión para ver el lado positivo de la vida. Libros de autoayuda que desbordan los estantes de las librerias y expertos psicólogos que aparecen de debajo de las piedras para explicarnos 10 maneras de controlar los pensamientos negativos, de ser más positivos, más felices, más resilientes y menos tóxicos o narcisistas. (Y cómo huir cuando nos crucemos con alguien que no siga estos consejos).
¿Es posible que sea nuestro criterio el que falla? y ¿por qué nos falla a todos a la vez, niños incluidos?
Zorman, uno de mis you tubers favoritos, contaba el otro día en una entrevista que había pasado por una depresión. Decidió ir a terapia y allí aprendió dos cosas: que debía forzarse a ver el mundo de manera más positiva y a ser menos tóxico. Se había puesto a la labor y de momento parecía ayudarle.
Parece que Zorman se ha puesto en manos de uno de esos psicólogos positivistas, cuyo único recurso parece ser forzar a sus pacientes a ponerse unas gafas rosas que distorsionen el mundo. Estos terapeutas parecen partir de dos supuestos:
que la depresión es el resultado de ver el lado negativo de la vida y que uno puede cambiar/controlar sus pensamientos al gusto.
Ambas hipótesis fueron refutadas por la psicología hace muchos años.
Forzarse a ver el lado positivo de las cosas no solo no ayuda a salir de la depresión sino que la cronifica, pues al desviar la atención de lo negativo, que es donde está el potencial de cambio, no permitimos que nada cambie. La génesis de la depresión no son los pensamientos negativos, sino estos son el resultado de la depresión. Y son nuestras experiencias, pasadas y presentes, las que nos hacen sentir y pensar de una determinada manera.
Por otra parte los pensamientos no son controlables, son el resultado de nuestras interacciones con el mundo y las personas y están en congruencia con los sentimientos que estas interacciones nos generen. Para cambiar los "pensamientos negativos" debo de cambiar mi forma de interactuar con el mundo y para hacerlo bien primero deberé analizar lo que esta pasando. Es decir, debo mirar lo negativo, no ignorarlo.
Además necesito incluir en la ecuación la posibilidad de que no sea yo el que este esforzandose demasiado poco, sino el mundo o el otro el que me este tratando mal.
O dicho de otro modo; que la culpa no siempre es mia.
Los psicólogos del positivismo les transmiten a sus pacientes dos mensajes, uno directo, "debes pensar en positivo" y otro indirecto, "estás equivocado, estás haciendo algo mal, tu sufrimiento es culpa tuya".
Y por ello, el bienestar que Zorman dice sentir, no es más que el efecto placebo del primer mensaje y no durará. Ver el mundo de forma positiva es sano, pero solo cuando coincide con las emociones que la persona siente. Y las emociones negativas no pueden cambiarse a través del pensamiento. No de forma duradera.
Uno de los problemas está en las universidades. En España no se enseña la psicoterapia de una manera profunda. En muchos casos los terapeutas unicamente tienen un saber teórico. Conocen las teorías, pero nunca se han enfrentado a sus propios miedos, sus barreras, sus emociones con el resultado que no pueden acompañar a sus pacientes en el proceso terapéutico sencillamente porque ellos no lo han atravesado. La impotencia que les provoca no poder ayudar a sus pacientes les hace persistir en teorías que no funcionan, como la del positivismo, y acaban dañando a sus pacientes en lugar de ayudarles.
No debemos aceptar el criterio de los expertos, sean los que sean, si no nos está funcionando. Así que, ahi va un consejo; si tu terapia no te esta ayudando, díselo a tu psicólogo, confróntalo. Pues también cabe la posibilidad de que el problema no sea del terapeuta. La terapia es un proceso duro y es normal sentirse mal (incluso peor) a su comienzo. Pues el terapeuta me confrota con temas dolorosos, que en el día a día prefiero reprimir. Lo importante es que me transmita confianza y que yo vaya entendiendo mis mecanismos que es en lo que consiste la terapia: en el análisis.
Zorman es humorista. Su gracia consiste en que ve el mundo como es y además es capaz de contarlo en clave de humor.
A la pregunta de cuándo supero su depresión, Zorman, con su risa contagiosa, contestó que todavía no. Sostengo que si sigue forzandose a ver el mundo de manera positiva no solo no saldrá de la depresión (por suerte las crisis depresivas a menudo remiten espontaneamente) sino que corre el peligro de acabar perdiendo la gracia.
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