La salud no es un fin

Tras haber dedicado la vida a cumplir con sus obligaciones, un viejo funcionario se  ve confrontado con un cancer terminal que reduce sus espectativas vitales a pocos meses. 

 

Esta confrontación implacable con su propia finitud le hace tomar conciencia de que ha  decidado su vida a actividades y personas que no valían la pena. Con la determinación que solo la plena conciencia de la propia mortalidad puede dar, decide que a partir de ese momento va a dedicar su vida a una única cosa: vivir. "Vivir" es l título de esta película de Akira Kurosawa inspirada en la novela "La muerte de Ivan Illich" de Tolstoi.

 

A nuestra lógica moderna le puede parecer paradójico que sea la "enfermedad" la que, en el último momento, salva a este funcionario de una vida mediocre y carente de sentido, pues en los últimos tiempos la salud ha avanzado a tema de capital importancia, desplazando incluso a la vida. 

 

¿Pero que significa exactamente "salud"?

 

Según la OMS la salud es un "estado de perfecto (completo) bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedad".

El avance de las tecnologías y la acumulación de datos nos obliga a ir ampliando y redefiniendo constantemente esta "perfección". Y es que la proliferación de dispositivos capaces de penetrar en nuestro organismo, ya sea proporcionándonos imagenes precisas de nuestros órganos internos, registrando las concentraciones químicas de las sustancias que nos componen o midiendo nuestos ritmos vitales, nos confronta con cada vez más y más variables -y más precisas- supuestamente relacionadas con nuestra salud.

 

Lo mismo sucede con el llamado bienestar mental; los trastornos psicológicos se multiplican; en la actualidad existen casi 400 formas distintas de estar trastornado. Por lo que respecta al bienestar social, si todavía creemos en aquel viejo axioma de que los vínculos son sanadores, nunca hemos estado tan solos y separados. Y más que lo vamos a estar pues una de las cosas que nos ha traido la llamada nueva normalidad son facilidades para no relacionarnos con el otro.

 

El conocimiento es dolor, dice el dicho y efectivamente cada vez es más difícil acercarse a este estado completo de bienestar físico que postula la OMS, cada vez estamos más alejados de la salud, es decir, más enfermos.

Por si esto fuera poco hoy nos vemos constantemente obligados a "demostrar que estamos sanos" pues la presunción de salud ha desaparecido. A partir de ahora solo estará sano el que sea capaz de pasar ciertas pruebas. La enfermedad se ha convertido en nuestro estado natural y siendo sospechosos de estar enfermos, cada uno de nosotros representa un peligro latente para el bien común. 

 

Probablemente la esencia de la naturaleza humana, aquello que nos hace humanos, sea precisamente nuestra tendencia a huir de nuestra naturaleza, a desconfiar de ella y a intentar sustituirla por simulacros creados artificialmente. No nos fiamos de nuestra subjetividad y buscamos medidores para todo. Ya solo creemos en lo medible, material y general. Hoy una piltrafa humana con test negativo en mano es considerado más sano que un joven vigoroso, pero no vacunado. 

 

Pretendemos sanarnos con dietas, deportes, privaciones y control de variables sin darnos cuenta de que este proceso es tan absorvente que cuando queramos darnos cuenta habremos dilapidado los mejores años de nuestras vidas en esta obsesión narcisista que nos aleja de la vida y del otro.

 

Y es que la salud nunca debería ser fin sino medio para la vida y el protagonista de la película de Kurosawa nos muestra como, confrontados con la muerte, la única alternativa no es abandonarnos en manos de expertos y pasar nuestros últimos meses en tristes salas de hospital.


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