En estos días me estoy acordando del bien común del que tanto se hablaba en el 2020 y del que todavía hoy se oyen ecos. Un pelín menos vehementes, eso sí (ahora el discurso oficial es el del castigo altruista para aquellos que se nieguen a contribuir).
Me acuerdo del bien común cada vez que abro el buzón y leo los emails de gente que busca terapia desesperadamente. O cuando veo en el periódico la caida en picado de la curva de satisfacción -para qué usar palabras mayores- de las personas en esos últimos dos años. O las estadísticas de suicidio que empiezan a publicarse tímidamente en algunos medios (bien escondiditas). En Alemania uno tiene ahora el doble de probabilidades de suicidarse que de morir contagiado. En España tambien hemos batido recods.
O con cosas más concretas como los rumores que corren de que el rastro de Denia, una de las pocas cosas auténticas que quedaban, va a ser gentrificado, convirtiéndose en un mercado de antigüedades.
Me preguntaba si estos precarios vendedores ambulantes habrían estado apelando al bien común y me viene a la cabeza aquella frase del poeta maldito (y visionario);
"qué es mi nada comparada con el estupor que les espera a ustedes".
Pero no hay que ser pesimista; es necesario seguir viendo siempre el lado positivo de las cosas. Y hay gente que sí se ha beneficiado del bien común, además de los filántropos. Jeff Bezos, por ejemplo, a él le ayudó bastante el sacrificio mundial de la humanidad que, por el bien común, se quedó en casa y le hicieron más rico si cabe. Gracias a esos enormes esfuerzos comunales su proyecto de irse a vivir al espacio va tomando forma. En un futuro próximo, anunció, únicamente bajará a la tierra para venir a Denia a comerse las gambas.
Algunos hosteleros están frotandose las manos viendo como aumentará, gracias a Bezos, el bien común en nuestra región.
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