Primer capítulo de un relato (sólo) para desencantados
En el que se esboza una relación entre el enfriamiento del Eros y el rechazo a la Verdad
"(...) por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará" (MAteo 24:10-12)
Antes de introducir a los protagonistas de este relato voy a permitirme unas divagaciones.
En estos días, en los que no conseguimos ponernos de acuerdo en nada, hay algo en lo que, al menos tácitamente, todos coincidiremos: el amor se está enfriando.
De tanto prepararles para el futuro los padres no tienen tiempo de querer a sus hijo. Por su parte, los hijos se olvidan de sus padres porque el peso de sus rencores a duras penas reprimido, ya no es compensado por la culpa del deber, el qué dirán o la tradición. Argumentos racionales y un Flyer con viejos sonrientes bailando y tocando el tambor acaban por convencernos de que una estadía en instituciones debidamente especializadas es la mejor alternativa para ellos.
Los amantes escasean, el grueso de las parejas no merece este calificativo, el miedo (disfrazado de autonomia) y los algoritmos estan acabando con el Eros.
Aunque no con las pasiones.
El odio, por ejemplo, va en aumento. Se odia a los inmigrantes, a los políticos, a los indigentes, al vecino, al que se sienta a mi lado en el metro, al de la cola del supermercado y a muchos otros en el mundo virtual (las posibilidades de odiar se han multiplicado). Y sobre todo, nada nuevo sobre la faz de nuestro planeta, se odia a los herejes. A los que se resisten a aceptar que, dejándolo casi todo a un lado, vivimos en el mejor de los mundos posibles. Y sobre todo mucho mejor que ayer.
A estos últimos se les odia con un fervor pasional.
Odiamos a todo aquel que ose cuestionar las mentiras consoladoras sobre las que construimos nuestras vidas.
A estas mentiras consoladoras la gente les llama esperanza. U optimismo.
Es un optimismo basado en nada. Al menos yo nunca he conocido a nadie que haya podido hacerme entender su lógica. Entre los argumentos y las conclusiones hay siempre un salto cuántico. Se trata de un círculo vicioso que va del optimismo a la esperanza y vuelve y en el que ambos se explican y se justifican mutuamente.
Y sobre todo justifican a su portador.
Y es que, como suele decirse para simplifcar, y simplificar es cada vez más necesario si uno quiere pensar con claridad, existen dos clases de personas: las que buscan la verdad y las que buscan el consuelo.
La proporción entre ambos grupos pueden ustedes imaginársela, me abstendré de especulaciones innecesarias y no me consta que existan estadísticas fiables.
Los del primer grupo no podrían vivir sin incursiones en el segundo y con toda probabilidad la búsqueda de verdad no es otra cosa que otra manera más de buscar consuelo.
Los del segundo grupo, sin embargo, una vez acomodados, no abandonan nunca su posición. Cada vez soportan menos verdad y necesitan más mentiras. A la verdad, a fuerza de negarla, se han vuelto intolerantes. Como al gluten. Les molesta su existencia y les molesta, sobre todo, que haya gente que pretenda buscarla.
Es lícito estarse preguntando en este punto qué es la Verdad y cómo podríamos conocerla.
Hablaremos de ello en la segunda parte en la que se presentará a uno de estos buscadores.
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Ramón Ribes Noguera (miércoles, 22 noviembre 2023 08:49)
¿En estos días, en los que no conseguimos ponernos de acuerdo en nada, hay algo en lo que, al menos tácitamente, todos coincidiremos: el amor se está enfriando. ? Por no saber sobre el alcance de los absolutos indefinidos (nada- todos), no me atrevo a comentar sus ilimitados límites de su generalización. AMEN. (Cuidado en el sitio en que se pone el acento)