Con Poor Things vuelve Yorgos Lanthimos, uno de los directores de cine que mejor retratan la sociedad contemporanea y, después de La Favorita, director consagradisimo que ya forma parte del main stream.
Personalmente vivo estos saltos a la fama de artistas tan profundamente lúcidos y pesimistas con sorpresa.
No puedo evitar preguntarme cómo es posible admirar a Lanthimos y seguir creyendo en las bondades de la sociedad. Pero así somos los humanos, contradictorios.
Aunque supongo que lo que sucede es más bien que las revelaciones del director griego o bien se desvanecen en el mismo momento en el que abandonamos la sala o ni siquiera las percibimos de tanto mirar la realidad a través de prismas multicolores.
Y es que en este mundo, en el que todo esta invertido, nos tomamos en serio la mentira y la verdad, que no reconocemos entre tanta paja, la usamos como satisfyer mental.
El arte es para nosotros entretenimiento, una parte más de la cultura, siendo como decía Blake, que el verdadero artista siempre esta de parte del diablo y en contra de la cultura de su tiempo, es decir, en contra de ese main stream que, a pesar de la turbación que le provoca, ha decidido unanimemente celebrar a Lanthimos.
Se ha querido ver en esta película una reivindicación feminista y es que la protagonista, en su periplo para devenir humana (y al contrario que la mayoría de nosotros - y nosotras) no pierde en ningún momento la conexión con su deseo, el cual reivindica siempre y con violencia si lo cree necesario (Dios se lo permitió).
Poor Things nos habla de la creación, y de como lo creado escapa siempre al control del creador. Muerto Dios, Bella pasa a ser la matriarca del mundo que ha heredado, un mundo femenino, repleto de criaturas grotescas, en el que el hombre ha sido degradado (en este caso concreto merecidamente) a la condición de animal (motivo recurrente en Lanthimos) y la mujer, termina haciendo lo que le ensenaron a hacer y siguiendo los pasos de su padre, busca entender (y controlar) la vida desde la ciencia de lo muerto, confirmando con ello lo que el personaje más lúcido de la película, el cínico, le intentó transmitr:
que no hay remedio para la humanidad. Que nada avanza ni progresa, que todo se repite, aunque con otra máscara y otra tecnología.
Y que tampoco la mujer nos salvará.
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